Ese día transcurría como un jueves normal, pero todo cambió exactamente a las 4:09 p.m. del 14 de agosto de 2003, cuando el tiempo literalmente se detuvo para 50 millones de personas en Ontario y partes de los EE. UU.
Comenzó con un árbol golpeando una línea de transmisión en Ohio. Terminó con una gran parte de la costa este en la oscuridad.
En Toronto, los efectos del apagón fueron inmediatos y sorprendentes. Los semáforos parpadearon en el punto álgido de la hora pico, mientras los frenos hacían chirriar a los autos en una parada repentina e inesperada. Los buenos samaritanos saltaron al medio de todo, tratando de dirigir el tráfico.
El metro se detuvo bruscamente en los túneles, dejando a miles sudando y varados.
Y todos estaban literalmente a la deriba sin saber lo que sucedió.
¿Cuánto tiempo durará? ¿Y por qué se apagó el hidro? Pasarían muchos meses antes de que los expertos pudieran volver a ensamblar las fallas tanto humanas como relacionadas con las máquinas que condujeron a la mayor falla de energía en la historia de América del Norte.
Cuando se hizo evidente que las luces no iban a volver pronto, una espeluznante oscuridad se apoderó lentamente de Toronto.
Muchos trabajadores se vieron obligados a quedarse en el centro o caminar millas en el clima cálido y húmedo, ya que las temperaturas alcanzaron los 20 y 30 grados superiores, y la humedad fue más allá.
Aquellos que tenían la suerte de estar en sus autos avanzaban poco a poco a través de las intersecciones de paradas de cuatro direcciones, en un viaje fantasmagórico y lento que los obligaba a tener cuidado con los peatones envueltos y otros vehículos en la penumbra de la tarde.
Pero si no habían tanqueado esa mañana, no tenían suerte. Las bombas de las gasolineras no funcionaban y no había forma de repostar sus tanques vacíos.
Las tiendas se quedaron sin baterías y suministros, ya que los residentes no preparados comenzaron a abastecerse de todo lo que podían encontrar. Hubo algunos informes de robos, pero la mayoría de los comerciantes simplemente se quedaron sin sus productos antes de que la mayoría pudiera llegar.
La comida se echaba a perder en los frigoríficos y congeladores, y no había forma de cocinarla, excepto en una barbacoa.
Los vecinos, muchos de los cuales apenas se conocían 24 horas antes, celebraron fiestas en la cuadra bajo un cielo nocturno despejado, con estrellas que no oscurecían las luces de la ciudad.
Cuando finalmente todo volvió a la normalidad, la vida aquí no lo hizo. Ontario sufrió una resaca de apagón durante una semana, y el gobierno inicialmente ordenó a las empresas que permanecieran cerradas, apagaran sus letreros y les dijeran a los empleados que se quedaran en casa.
El CNE no pudo abrir a tiempo por temor a que no hubiera electricidad para alimentar las atracciones y la zona intermedia.
Y los residentes se vieron obligados a mantener apagado el aire acondicionado en las condiciones sofocantes y conservar cada vatio hasta que pasara la crisis.
