Debido a la pandemia que nos azota, se pospuso las 500 millas de Indianápolis, dándole otro duro golpe al sector automotriz.
Por ahora la nueva fecha para disputar la carrera de este año está programada para el 23 de agosto en lugar de su fecha original del 24 de mayo.
Penske Entertainment Corp, esta 104a edición de la carrera será la primera que no se complete en mayo.
Dirigido por el ícono de carreras Roger Penske, el año pasado el grupo Penske Entertainment Corp compró la pista y por ende la realización de la icónica carrera.
Roger Penske es el cuarto propietario del Indianapolis Motor Speedway en los 110 años de historia de la reconocida pista.
Penske dijo en un comunicado. «El mes de mayo en IMS es mi época favorita del año, y al igual que nuestros fanáticos, estoy decepcionado de haber tenido que reprogramar la Indy 500».
«Vamos a duplicar la experiencia del cliente en los próximos meses y estoy seguro de que saludaremos a los fanáticos con una instalación transformada y un espectáculo de clase mundial cuando corramos la carrera más grande del mundo a finales de este año», agrego Penske.
Si bien no es la primera carrera cancelada debido al brote, la Indy 500 puede ser la más conocida del país, y es una tradición familiar del fin de semana del Memorial Day.
«El fin de semana del Memorial Day, siempre ha brindado a los fanáticos de Indianápolis 500 la oportunidad de honrar a los hombres y mujeres que han luchado y sacrificado por la libertad de nuestra nación», dijo el presidente de Penske Entertainment Corp. Mark Miles.
«Este agosto, también tendremos una oportunidad única y poderosa para honrar las contribuciones y el heroísmo de los médicos, enfermeras, socorristas y miembros de la Guardia Nacional que están en la primera línea de la lucha contra COVID-19», agrego Miles.
Los organizadores dijeron que los boletos ya comprados serán válidos para la carrera reprogramada..
Si la pandemia se corta en esa época, se esperan que las sesiones de práctica se llevarán a cabo el 12 y 13 de agosto, y la calificación se realizará el 15 y 16 de agosto.
Hasta ahora, la temporada de IndyCar también se ha eliminado y algunas carreras se han pospuesto, mientras que otras se han cancelado por completo.
La primera cancelación fue el Gran Premio Firestone de San Petersburgo, que se celebraría el 15 de marzo y siguió a través del AutoNation IndyCar Challenge en el Circuito de las Américas en Austin, Texas, que hubiera tenido lugar del 24 al 26 de abril. Ahora el Gran Premio de GMS e Indy 500 se han agregado a la lista.
Un avión estalló en llamas el domingo cuando trataba de despegar del aeropuerto de Manila y murieron las ocho personas a bordo, informaron autoridades.
La nave, que iba a Japón con dos pasajeros y seis tripulantes, estaba en misión médica transportando a un enfermo a Tokio.
Estalló en llamas al llegar al borde de la pista de despegue, informó el director del aeropuerto de Manila, Ed Monreal.
“No hubo sobrevivientes”, declaró Monreal en conferencia de prensa.
Añadió que dos de las ocho personas a bordo eran extranjeros: un estadounidense y un canadiense. El resto eran filipinos.
Camiones de bomberos y cuadrillas de emergencia corrieron hacia la aeronave y la rociaron con espuma en un intento por sofocar las llamas.
El número total de casos de COVID-19 en Ontario ha aumentado a 1.706, ya que los funcionarios de salud confirmaron que solo hoy lunes se registraron 351 pacientes infectados.
Al anunciar a los nuevos pacientes, el sitio web del gobierno indicó algunas estadísticas sobre la demografía de los infectados en la provincia.
Según el sitio web, el 50,2 por ciento de todos los pacientes en Ontario son hombres y el 49,1 por ciento son mujeres. Doce casos no especificaron el género.
Además, el 2.5 por ciento de los pacientes tienen 19 años o menos.
Los pacientes entre las edades de 20 y 64 años representan el 77.3 por ciento del total de casos, mientras que el 20.1 por ciento tiene 65 años o más.
Se desconoce la edad de dos casos, agregaron funcionarios de salud.
Ha habido 23 muertes relacionadas con COVID-19 en Ontario. No se informaron nuevas muertes el lunes.
El COVID-19 en números en Ontario
El muerto más joven en la provincia, fue un hombre de 48 años residente en Oshawa.
Hasta la fecha, casi 50,000 personas han sido evaluadas para detectar COVID-19 en Ontario.
Ya son 431 pacientes recuperados del virus en la provincia.
Anteriormente, los casos de los pacientes no se consideraban resueltos hasta que habían resultado negativos para el virus dos veces con 24 horas de diferencia. Ahora, un caso se considera resuelto si se informa como recuperado en el Sistema integrado de información de salud pública y su caso no figura actualmente como hospitalizado en el sistema, o si han pasado 14 días desde el inicio de los síntomas o 14 días después de la fecha del episodio Si el caso está cerrado.
No existen tratamientos específicos para el virus y no existe una vacuna que lo proteja contra él.
Los síntomas del virus, que pueden incluir fiebre, tos y dificultad para respirar, son similares a otras infecciones respiratorias.
El sitio web del gobierno de Ontario aconseja a quienes experimentan síntomas del nuevo coronavirus que se comuniquen con su proveedor de atención primaria de salud o Telehealth Ontario.
Los investigadores en Canadá están analizando el uso de un producto sanguíneo de pacientes recuperados con COVID-19 como un tratamiento potencial para otras personas que están enfermas con el virus.
Canadian Blood Services dijo los medios que están involucrados con un grupo de investigadores clínicos que se reúnen diariamente para diseñar un ensayo clínico nacional para ver si lo que se conoce como «plasma convaleciente» podría ayudar a tratar a los pacientes con COVID-19.
En un comunicado enviado por correo electrónico, Canadian Blood Services dijo: “El plasma convaleciente es plasma que se recolecta de pacientes que se han recuperado de un virus, lo que significa que han desarrollado los anticuerpos necesarios para combatir ese virus. En teoría, estos anticuerpos podrían ser la base de un tratamiento para ayudar a otros. »
Sin embargo, la organización agregó que actualmente no hay suficientes datos para demostrar que es un tratamiento exitoso.
El Dr. Srinivas Murthy, profesor asociado del Departamento de Medicina de la UBC, recibió fondos de los Institutos Canadienses para la Investigación en Salud para un estudio sobre la mejor forma de tratar COVID-19.
Dijo que mientras está involucrado en algunas iniciativas para analizar el uso del plasma en un contexto de prueba, advirtió que aún no hay ciencia real para decir que sea útil. De hecho, dijo que a veces puede haber un «daño significativo» asociado también.
«Lo hemos probado en una serie de otras enfermedades y realmente no se ha demostrado que sea tan efectivo, aunque tenga sentido biológico», dijo el Dr. Murthy. «Al igual que para el Ébola, por ejemplo, hubo un gran esfuerzo para ver si funcionaba, pero no funcionó».
La oficial de salud provincial de B.C., la Dra. Bonnie Henry, dijo que usar plasma convaleciente es «algo que observamos cada vez» que hay un brote de una nueva enfermedad como el SARS.
«Si se ha recuperado de la enfermedad y su cuerpo ha desarrollado anticuerpos, ¿podemos tomar esos anticuerpos de su sangre y agregarlos a alguien que combata la enfermedad desde el principio y los ayude a complementar su propia respuesta del sistema inmunitario», dijo Henry durante un rueda de prensa el sábado.
El tratamiento ahora se está probando en China, dijo Henry, pero advirtió que tomará tiempo ver si tiene éxito.
«Todavía no ha tenido mucho éxito, y es algo complicado porque lleva algún tiempo acumular anticuerpos en la sangre y luego tiene que purificarse», dijo Henry.
Murthy dijo que el gobierno canadiense y otras instituciones están trabajando en un proceso para solicitar donaciones de plasma, al tiempo que incorporan requisitos de seguridad.
Mientras tanto, dijo que hay una necesidad de precaución.
«La gente está tuiteando sobre» Necesito plasma de un sobreviviente para ayudar a mi abuelo a sobrevivir esta infección «», dijo el Dr. Murthy. «Esa búsqueda de una cura milagrosa es obviamente razonable, pero creo que debemos ser progresivos en nuestro tipo de enfoque».
El plasma convaleciente también se está estudiando en los Estados Unidos. En Nueva York, la Facultad de Medicina Icahn en Mount Sinai recientemente realizó una llamada para examinar posibles donantes de sangre voluntarios entre los pacientes recuperados de COVID-19.
Los comercios reabrían el lunes en la ciudad china que fue el epicentro del brote de coronavirus, aunque todavía escaseaban los clientes. Las autoridades han empezado a levantar las restricciones impuestas contra el virus, las cuales mantuvieron a decenas de millones de personas en sus casas durante dos meses.
“Estoy tan emocionada que quiero llorar”, dijo una mujer en el centro comercial peatonal de Chuhe Hanjie. La mujer, que solo se identificó por el nombre en inglés Kat, dijo ser maestra en la ciudad oriental de Nanjing. Estaba visitando a su familia en Wuhan cuando el gobierno aisló la ciudad a finales de enero para frenar la propagación del virus.
Entre el 70% y el 80% de las tiendas abrieron el lunes, aunque muchas impusieron límites al número de personas que podían aceptar al mismo tiempo. Los tenderos colocaron dispensadores de desinfectante de manos y comprobaban la temperatura corporal de los clientes para descartar que tuvieran fiebre.
El servicio de autobús y metro de Wuhan se reanudó, suavizando unas normas que cortaron el acceso a la ciudad de 11 millones de personas el 23 de enero. La estación de tren reabrió el sábado, llevando a miles de personas al núcleo de manufactura y transportes de la China central.
“Tras dos meses atrapada en casa, quiero saltar”, dijo Kat, dando saltos de emoción. “Quiero hacer compras de venganza”.
Las autoridades locales recibirán de buen grado ese sentimiento, dado que han recibido instrucciones de reavivar la manufactura, el comercio minorista y otros sectores, al tiempo que evitan un repunte de las infecciones conforme la gente vuelva a trabajar.
Los controles a los desplazamientos en la provincia de Hubei, donde se encuentra Wuhan, se levantaron el 23 de marzo. Las últimas restricciones que impiden a la gente abandonar Wuhan expiran el 8 de abril.
Para el domingo a medianoche, China había registrado 3.186 muertes por coronavirus, incluidas 2.547 en Wuhan, según la Comisión Nacional de Salud. El país tenía un total de 81.470 casos confirmados.
Según la Universidad Johns Hopkins, hay unos 738.000 personas infectadas en todo el mundo y 35.000 muertos.
En la mayoría de los pacientes, el virus causa síntomas leves o moderados como fiebre y tos, que duran unas pocas semanas. Pero otros, especialmente ancianos y personas con problemas médicos previos, pueden morir o sufrir complicaciones graves como neumonía.
Las automotrices y otras fabricantes en Wuhan han reabierto, pero dijeron que necesitaban reanudar el flujo de componentes antes de que la producción volviera a la normalidad. Algunos esperaban el regreso de empleados que fueron a sus localidades natales por el feriado del Año Nuevo Lunar y se quedaron varados cuando se interrumpieron los servicios de avión, tren y autobús a Hubei.
El lunes se veían algunos padres con sus hijos en la calle, aunque aún había poco tráfico.
La propietaria de una tienda de dulces en el centro comercial de Chuhe Hanjie dijo que cuatro empleados habían vuelto a sus puestos, aunque no estaba segura de si los demás querrían regresar.
“Solo hemos preparado algo de mercancía, porque la mayoría de la gente sigue teniendo miedo del virus”, explicó la propietaria, Li Zhen.
Un cartel colocado en la entrada del centro comercial pedía a los clientes que llevaran mascarillas, cooperasen con las comprobaciones de temperatura y mostraran un código en una aplicación de su smartphone que monitorea la salud y los desplazamientos de los usuarios. Cerca se veía otro cartel con el mensaje “Wuhan está regresando. Gracias”.
Dos mujeres con ropa de protección que las identificaba como personal médico se vieron rodeadas por peatones que ondeaban banderas chinas como gesto de gratitud. Li les dio bolsas de dulces.
“Puede que tengamos que esperar un poco para ver cuándo pueden volver las cosas a la normalidad”, dijo Li.
El primer ministro Justin Trudeau y su esposa, Sophie Gregoire Trudeau
Después de dos semanas de cuarentena, Sophie Gregoire Trudeau ,afirmo en las redes sociales, que los médicos le confirmaron que se encontraba libre del virus.
Gregoire Trudeau anunció en las redes sociales el sábado que su médico y Ottawa Public Health le dieron que ya estaba libre del virus y que había superado la enfermedad.
“Desde el fondo de mi corazón, quiero agradecer a todos los que me contactaron con sus buenos deseos. Y a todos los que están sufriendo en este momento, les envío todo mi amor”, escribió en una publicación de Facebook.
El 12 de marzo, el primer ministro Justin Trudeau entró en autoaislamiento en Rideau Cottage después de que su esposa dio positivo después de un viaje al Reino Unido.
Suscripción al boletín informativo: reciba el resumen COVID-19 en su bandeja de entrada
Si bien ese período de dos semanas ha terminado y Trudeau no ha informado que experimente ningún síntoma de COVID-19, el primer ministro dijo la semana pasada que continuará trabajando desde casa siguiendo el consejo de los médicos. Sus tres hijos permanecen saludables, dijo Trudeau.
En un mensaje publicado en Instagram el sábado, Gregoire Trudeau pidió a los canadienses que se ayuden mutuamente durante estos tiempos difíciles y que sigan la guía de los funcionarios de salud pública.
“Obviamente es difícil porque algunas personas están perdiendo sus empleos, algunas personas sufren de forma aislada y sola. Y debemos aprender que todos estamos interconectados, que todos estamos juntos en esto”, dijo.
«Seamos aliados. Sigamos siendo atentos y ayudando a los más vulnerables, porque sabemos con certeza que cuando pasemos por esto, seremos más fuertes porque nos hemos apoyado mutuamente «.
Hasta el sábado, más de 5.600 personas en Canadá han sido infectadas
En los encierros impuestos por el coronavirus hemos aprendido que el mundo no tiene volumen: confinados, solo sabemos lo que nos dicen otros. Pero también hemos entendido que dependemos de los demás, que el destino no es individual sino común.
Era cierto: el mundo, al fin y al cabo, es plano. Ahora, tras tanta desmentida, lo sabemos. No tiene volumen, no se puede tocar, está todo en pantallas: televisores, computadoras, telefonitos varios. Nos dicen que es 3D porque solo tiene dos dimensiones. Este mundo plano es un relato permanente, historias que nos cuentan sobre nuestra historia. Ahora somos eso, somos esos.
Encerrados, solo sabemos lo que nos dicen otros. Dependemos de las redes y los medios. Nuestro barrio se ha transformado en un país lejano, que solo conocemos a través de ellos, nuestros corresponsales extranjeros. Es cierto que suele sucedernos, pero, en general, mantenemos un pequeño porcentaje de experiencia propia, de mirada de primera mano; con el confinamiento lo perdimos. Y entonces nos queda esa caricatura del mundo que los medios ofrecen: lo que llama la atención, lo extra-ordinario. Eso es lo que miramos ahorita.
Nos dedicamos a recibir “información”: todo es drama, todo susto puro, todo virus. Veo en Twitter a “Tres clientas peleándose por un paquete de papel higiénico en un supermercado de Sídney” y casi extraño los tiempos primitivos en que jamás me habría enterado de que eso sucedió. El mundo plano es raro y duro, despojado del tedio confortable que llena nuestras vidas. “Las vidas están hechas de banalidad como los cuerpos están hechos de agua”, escribió un autor casi contemporáneo. Ahora todo lo espantoso se concentra en las pantallas —que nos cuentan un mundo muy distinto del que veíamos cuando también lo mirábamos con nuestros ojos propios—. Y nos aterra o nos deprime más, como si fuera necesario.
Un mundo asustado
El mundo plano es un lugar totalitario, totalizado, copado por un todo. Vivimos vidas provisorias definidas por el virus: hablamos del virus y pensamos en el virus y los medios nos hablan del virus y el virus marca todo lo que hacemos: somos para el virus, por el virus. Es tan difícil hablar de cualquier otra cosa en estos días. También por eso el mundo se ha hecho plano. Y el miedo nos percute.
Con el miedo, el cuerpo volvió al centro de la escena: hacemos todo esto porque nuestros cuerpos peligran y debemos protegerlos. La Naturaleza ya no es nuestra víctima; es nuestra amenaza. El enemigo es físico —y nos hace físicos a todos—: el virus nos devuelve a nuestra condición de puros cuerpos.
Se nos acabaron los relatos que ofrecen excusas y coartadas: encerramos nuestros cuerpos porque tememos por ellos. Lo que sea para salvarnos, para sobrevivir. Hemos vuelto a ser lo que fuimos hace muchos milenios, lo que somos en los momentos más extremos: unidades mínimas de supervivencia, individuos intentando subsistir. Te ponen frente a la inmediatez de la muerte y pierdes las formas. Vives simulando que eso está muy lejos; ahora no se puede. La vida está en otra parte; la muerte, aquí muy cerca.
Entonces nuestros cuerpos tienen que estar guardados protegidos escapados del espacio común, lo más lejos posible de cualquier otro cuerpo. Cada cuerpo debe defenderse de todos los demás. Cada uno por su propio bien, amenazado por los otros. Poncio Pilatos se lavó las manos para decir que él no quería tener nada que ver con esa historia; nosotros tenemos que lavárnoslas, nos dicen, repetida, frenéticamente, para pelarnos de cualquier relación con el mundo exterior. El rechazo del mundo —lo exterior como amenaza, una de las grandes tendencias de nuestro tiempo— ha encontrado su apogeo absoluto en el peligro del famoso virus. Y el enemigo está en todas partes y no se ve y uno mismo puede ser su refugio, su plataforma, su cabeza de puente. Nos piden desconfiar de todos y, sobre todo, de nosotros mismos.
Es raro vivir tan entregados al miedo. Es casi un alivio: eso es lo que hay, la amenaza está clara, todo el resto queda silenciado, solo hay que ocuparse de sobrevivir, seguir viviendo, seguir vivos, un objetivo simple. O eso nos dicen, nos decimos.
Un mundo frágil
El mundo plano es frágil. Creíamos que este mundo hipertécnico que vamos inventando en los países ricos era invulnerable, pero un bichito mínimo lo puso en jaque casi mate. Es raro ver, en estos días, cómo se desmorona todo lo que pensábamos tan sólido: industrias, bancos, poderosos varios, nuestras vidas. Aunque eso, gracias a dios, no nos impide buscar respuestas en la técnica, la ciencia: seguir confiando en ellas. Ante la amenaza nos entregamos a la ciencia, que nos dice que no puede hacer gran cosa; más que nada fijarnos reglas de conducta. Sobre todo cuando sus recursos están limitados por decisiones políticas, que recortaron la extensión y eficacia de los sistemas de salud.
Otra guasa del virus es que nos obliga a confiar un poco en gobiernos en los que nunca confiamos. Hacemos —más o menos— lo que nos dicen, pero declaramos héroes a los portadores de la ciencia porque se arriesgan a aplicarla en condiciones complicadas. Necesitamos héroes. “Tristes las tierras que no tienen héroes”, le decían a Galileo Galilei en la obra de Bertolt Brecht. “Tristes las tierras que necesitan héroes”, contestaba.
Pero al menos no nos entregamos al pensamiento mágico. El mundo plano es curiosamente agnóstico. Si algo ha mostrado esta epidemia es el derrumbe del poder religioso: unas décadas atrás un miedo como este habría sido ocasión de innumerables misas, rogativas, procesiones para implorar a algún dios que nos salvara. Ahora no solo no las hay; las iglesias de Roma se cerraron.
Y nos dicen que vivimos en guerra: la metáfora de la guerra está por todos lados. Si lo fuera, sería la ¿primera? guerra igualitaria: en su frente hay por lo menos tantas mujeres como hombres. Pero no lo es: en una guerra hay dos grupos que se creen con derechos y pelean por imponerlos; en esta solo hay, como en cualquier caricatura americana, buenos y malos, nosotros y los virus. Y en las guerras actuales no se puede estar a salvo en ningún lado, cualquier sitio puede ser bombardeado, la muerte está por todas partes, todos los momentos. Aquí, en cambio, te convencen de que en tu casa estás seguro, o casi: de que alcanza con no salir, con no mezclarte. Es, también, un privilegio de clase: muchos trabajadores no pueden permitírselo, necesitan ir a sus empleos. Esa es, si acaso, la guerra verdadera.
Un mundo desigual
El mundo plano es, como el otro, desigual, injusto. Nos dicen que el virus nos iguala, que ha demostrado que todos somos iguales ante él, que todos tenemos que encerrarnos. Es verdad, pero es tan obvio que es distinto encerrarse con cinco más en dos cuartos escuetos oscuritos que tener una pieza para cada uno, su salón, su salón de la tele, su cocina supersport y, quién sabe, su jardín privado.
(El encierro nos pone en una situación tan desacostumbrada. Y los amigos y los medios se alarman y nos consuelan y protegen ante esta amenaza pavorosa: el tiempo libre. Lo sabíamos, pero estos días confirman brutalmente que la condición de nuestras vidas familiares, de nuestras vidas propias es que sean escasas, que haya muchas excusas para ejercerlas poco. Son días de estar desnudo; en muchos aspectos muy desnudo).
Y nos dicen que el virus ataca a todos por igual. Es cierto que, por ahora, ha atacado a los nuestros. Pero también es cierto que en los países ricos los de siempre, si se enferman, tienen pruebas inmediatas, cuidados especiales; los demás, apenas. Es feo decirlo ahora, en medio de dolores, pero esta vida amenazada es la normalidad de tantos sitios. Este tsunami de dolor y muerte es la normalidad de tantos sitios. Solo que, precisamente porque es normal, en ellos todo el resto sigue su camino. Solo que, en general, esos sitios están lejos de los nuestros.
El COVID-19 todavía es una enfermedad un poco igualitaria, que no se encarniza, como casi todas las demás, con los más pobres; no como la tuberculosis, la malaria, el sida, el hambre. No lo hace porque no se extendió en países pobres; cuando lo haga, pronto, puede ser terrible. Y sigue siendo igualitaria, por ahora, porque no se han descubierto vacunas y remedios; cuando suceda se marcarán las diferencias entre los que pueden y no pueden acceder a ellos —y todo volverá a su triste cauce
Mientras tanto, el mundo plano se vuelve nacionalista, paranoico —que son casi sinónimos—. Décadas de intentos europeos de abrir fronteras, disolver diferencias, se deshicieron ante la amenaza: lo primero que hicieron sus Estados fue cerrarlas. El Estado-nación volvió a ser, sin mascarillas, la unidad básica: la tribu prevalece. La salud es nacional, la economía lo es, las medidas lo son, la posibilidad de definir destinos. La unidad de respuesta, la unidad de conteo: cuántos en Italia, qué decide Alemania. Algunos lo hacen más brutal que otros, cuando dejan, por ejemplo, de vender material sanitario a otros países con los cuales, un mes atrás, no tenían fronteras comerciales. La ficción de que los bienes son comunes se derrumba ante el retorno de las banderitas. El desafío es global; las respuestas, locales.
Aunque está claro que sería mucho más eficaz y salvaría muchas más vidas montar operaciones conjuntas, supranacionales y compartir lo que cada cual tiene —medicinas, personal, aparatos— con los que más lo necesitan en la confianza de que otros se lo van a compartir cuando lo necesiten. Pero no: las patrias.
Un mundo quieto
El mundo plano está muy quieto: aterra por lo quieto. La mejor novela argentina —¿la mejor novela argentina? del siglo XX, Zama, de Antonio Di Benedetto, está dedicada “a las víctimas de la espera”. Él no sabía, entonces, que nos la estaba dedicando a todos.
Es lo que somos, ahora: víctimas de la espera, millones que esperamos. Nos han dicho que esperemos: que nos encerremos y esperemos. Uno de los rasgos más curiosos de estos días es que hemos suspendido el futuro. No está mal: puro presente extraño. Intentamos vestirlo con todo tipo de otras cosas, alivianarlo con todas esas cosas, pero lo que hacemos, sin duda, es esperar. Lo raro es que no sabemos qué: el fin de esto, pero después quién sabe.
Algunos insisten en la metáfora del paréntesis: suponen o quieren suponer que cuando termine la epidemia, cuando dejemos de esperar, las cosas volverán lentamente a “ser como antes”. Que era un paréntesis: había un relato que estábamos contándonos, se interrumpió, lo retomamos. Creo que subestiman la fuerza de estas semanas, estos meses. Subestiman la potencia transformadora de haber palpado la fragilidad de todo, de haber vivido la detención de todo este sistema que suelen llamar capitalismo global. Y de haber visto, por supuesto, su incapacidad para lograr algo tan relativamente simple como salvar a unos miles de ciudadanos enfermados: el fracaso de sus elecciones.
No sé qué producirá, pero, en medio del tedio, vale la pena preguntárselo, pensarlo: ¿cómo será el mundo cuando vuelva a ser redondo, cuando podamos tocarlo, cuando dejemos de pensar todo el tiempo en lavarnos las manos?
Un mundo en crisis
Hablan de paréntesis para no tener que aceptar lo obvio: que al final de la pandemia el mundo será otro. Es probable que haya, en el principio, una crisis social y económica brutal: millones y millones de personas sin ingresos, sin trabajos quizá, sin muchas esperanzas. Los Estados ricos ya tratan de contenerla con subsidios. En algunos, incluso, puede ser la ocasión para lanzar la famosa renta universal, esa manera de redistribución ante los cambios que esperábamos más graduales, más debidos a la mecanización y digitalización de nuestras producciones.
Pero los países más pobres no tendrán esas opciones. En América Latina la mitad de los trabajadores son “informales”: no tienen salarios fijos, no tienen garantías, viven de lo que pueden arañar con sus faenas de ocasión. Que ya dejaron de funcionar con las cuarentenas y tardarán mucho en retomar: millones y millones sin ingresos, con sus necesidades, hambre y furia. Si esto sigue así, sería raro que no hubiera estallidos, y nadie sabe adónde llevarán.
Cuando llegue la calma —si llega la calma—, habrá consecuencias de más largo plazo. La crisis ha realzado el papel de los Estados: mostrado cómo, pese a todo, hay momentos en que el Estado se vuelve indispensable. Y cómo estos Estados han sido socavados por ciertos partidos y ciertas ideas: el deterioro de la salud pública en los países ricos que la tuvieron mejor es un ejemplo claro. Es notable la cantidad de veces que Pedro Sánchez, jefe de gobierno español, jefe de un partido centrista, repitió, para sostener la pelea contra el virus, la fórmula “estado de bienestar”, que su partido, últimamente, proclamaba tan poco. Aunque siga sin mostrarse muy dispuesto a establecer una de sus bases: los impuestos progresivos necesarios para que los más ricos paguen proporcionalmente por ese bienestar.
El Estado tiene, como todo, muchas versiones: el peligro es que su necesidad en esta crisis lleve a muchos a pensar que debe ser más y más fuerte. Yuval Noah Harari teme que, al grito de la salud es lo primero, el susto nos lleve a permitir a nuestros gobiernos unos niveles de control nunca antes vistos.
Para compensar, quizás estos días en que vivimos con tanto menos nos convenzan de que podemos vivir con tanto menos: que la locura de la producción y el consumo siempre mayores, la fábula del crecimiento, nos desastra. Aunque habrá que ver, por supuesto, qué queda cuando el susto pase.
¿Un mundo aterrado?
En este mundo plano hemos aprendido lo que ya sabíamos: que todos dependemos de todos los demás. Los momentos fuertes de la historia son aquellos en que el destino no es individual sino común. O, mejor: esos momentos en que no hay forma de negar que el destino no es individual sino común.
Y que por eso habría que cuidar a los que nunca cuidamos. Hace 2500 años pasó algo que después llamaron “revolución hoplítica”. Ciertos griegos cambiaron las formas de la guerra: en esos nuevos pelotones formados en cuadrados, donde todos sostenían su escudo codo a codo, la defección de cualquiera mataba a todo el resto. Allí, por fin, cada hombre valía lo mismo que el de al lado; de esa conciencia, cuentan, nació la democracia. Ahora, en la lotería del contagio, también pasa: cualquier infectado puede joder a tantos, cada hombre vale lo mismo que otro. Parece obvio; es una idea que nuestros tiempos se empeñan en negar.
Ahora lo vemos. Quizá se hable, alguna vez, de la “revolución virósica”. En todo caso, cosas pasarán. Y será, como dicen, para alquilar balcones si no fuera, más bien, para salir a las calles.
Pero habrá también un efecto casi inevitable, una certeza: si nos pasó una vez puede pasarnos otra. Una pandemia así ya se ha vuelto posible: será parte de nuestros peores miedos. Sería tristísimo que influyera en nuestras vidas como influyó, por ejemplo, el 11 de septiembre: como otro modo de instalar el terror, la paranoia, los controles. Aunque no alcanzaría con temer solo a los virus espontáneos, a los diversos pangolines. Se pensaría, también, en los virus de laboratorio. El fantasma de la guerra o el terrorismo bacteriológico estará, sospecho, muy presente en el mundo que viene. Será, imagino, una epidemia horrible.
Foto de archivo del 14 de febrero de 2020, de Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional,
Es evidente que la economía global ha entrado en una recesión que podría ser tan mala o peor que la de 2009, aseguró el viernes la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva.
Agregó que el FMI _una agencia crediticia internacional de 189 países miembros_ pronosticaba una recuperación para 2021 que podría ser un “considerable”. Sin embargo, esta recuperación sólo será posible si las naciones logran contener el coronavirus y limitar el daño económico, apuntó.
“Una preocupación crucial sobre las consecuencias duraderas de una súbita parálisis de la economía mundial es el peligro de una ola de bancarrotas y despidos que no sólo podrían socavar la recuperación, sino erosionar el tejido de nuestras sociedades”, señaló Georgieva en conferencia de prensa al término de una conferencia telefónica con funcionarios de finanzas de las 24 naciones que conforman el panel de políticas del FMI.
El FMI está ahora actualizando su panorama económico y lo dará a conocer dentro de unas semanas, permitiéndole más tiempo para evaluar las consecuencias económicas del virus, afirmó Georgieva.
A la pregunta de si Estados Unidos estaba ya en recesión, Georgieva señaló que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, dijo el jueves que su país “bien podría estar en recesión”. La titular del FMI dijo creer que no sólo Estados Unidos, sino muchas otras economías avanzadas y algunos países en desarrollo ya han entrado en recesión.
Georgieva afirmó que los países de bajos ingresos estaban siendo afectados por la propagación del coronavirus y que 81 naciones han solicitado la asistencia de un programa de financiamiento de emergencia del FMI.
Kirguistán podría recibir el primer paquete de asistencia del FMI por 120,9 millones de dólares para enfrentar las consecuencias adversas del virus, señaló, y reiteró el compromiso de que el FMI está listo para poner disponibles todos sus recursos crediticios _un billón de dólares_ a los países azotados por el coronavirus.
“Hemos visto un aumento extraordinario en las solicitudes de financiamiento de emergencia presentadas al FMI”, declaró Georgieva. “Nuestros miembros nos piden que hagamos más, que lo hagamos mejor y más rápido que antes”.
La directora médica asociada de salud de Ontario, doctora Barbara Yaffe
Los funcionarios de salud de Ontario han confirmado 135 casos más de COVID-19 en la provincia, incluidas tres nuevas muertes, lo que eleva el número total de pacientes infectados con el coronavirus a 993. Y el total de muertos a 18 personas.
Dos de las muertes estuvieron relacionadas con un brote en un hogar de cuidado a largo plazo en Bobcaygeon y la tercera fue una mujer de 80 años en la región de York, dijo la Dra. Barbara Yaffe, directora médica asociada de salud de Ontario.
Al anunciar el viernes a los nuevos pacientes, los funcionarios de salud declararon que más de 10,000 personas están siendo investigadas actualmente por el virus y que casi 30,000 personas en la provincia han dado negativo hasta el momento.
No hay información sobre género, edad, ubicación o medios de transmisión para todos los nuevos pacientes en el sitio web del gobierno.
«La información para todos los casos de hoy está pendiente», afirma el sitio web.
Yaffe dijo que, de los 993 casos en la provincia, aún faltan datos relacionados con la transmisión del COVID-19 en aproximadamente el 40 por ciento de los casos, ya que las unidades de salud pública continúan informando sus hallazgos.
«De los que conocemos, un tercio había viajado en los 14 días antes de enfermarse», dijo.
«La fuente más común de exposición ha estado en los Estados Unidos. La segunda fuente más común es Europa. El diez por ciento de los casos tuvo contacto cercano con un caso confirmado y el 16 por ciento no tuvo ninguno», lo cual según Yaffe es evidencia de la comunidad. transmisión.
18 muertes relacionadas con COVID-19 en Ontario
En una conferencia de prensa celebrada en Queen’s Park el jueves, la ministra de Salud de Ontario, Christine Elliott, dijo que la «gran mayoría» de las muertes relacionadas con el virus en la provincia han sido personas mayores con problemas de salud subyacentes.
«Desafortunadamente, la mayoría de las muertes que hemos visto hasta ahora son con personas de edad avanzada, muchas de las cuales también tenían otros problemas de salud», dijo. «Es por eso que es realmente importante para nosotros proteger realmente a las poblaciones vulnerables en hogares de cuidado a largo plazo, en hogares de ancianos, personas que tienen discapacidades intelectuales que tal vez viven en un hogar grupal: necesitan protección».
«Realmente necesitamos enfocarnos en eso».
Un hombre de 48 años, que trabajaba en una tienda de comestibles en Oshawa, es la persona más joven en morir por COVID-19 en la provincia.
Actualmente, 60 pacientes infectados con el virus en la provincia permanecen en el hospital recibiendo atención médica. Cuarenta y tres de esos pacientes están en una unidad de cuidados intensivos, 32 de los cuales permanecen en ventiladores para ayudar con la respiración.
Ocho pacientes diagnosticados con COVID-19 en la provincia se han recuperado, un número que el principal funcionario de salud de Ontario espera aumentar.
«Esperamos que el número de casos resueltos aumente bastante, más de 200 en los próximos días», dijo el Dr. David Williams.
No existen tratamientos específicos para el virus y no existe una vacuna que lo proteja contra él.
Los síntomas del virus, que pueden incluir fiebre, tos y dificultad para respirar, son similares a otras infecciones respiratorias.
El sitio web del gobierno de Ontario aconseja a quienes experimentan síntomas del nuevo coronavirus que se comuniquen con su proveedor de atención primaria de salud o Telehealth Ontario.
El general en retiro venezolano, Clíver Alcalá, se presentó ante agentes de la Dirección Nacional de Inteligencia de Colombia, DNI, para que mediaran en su entrega voluntaria a la justicia de Estados Unidos.
Alcalá se entregó en la ciudad de Barranquilla y desde allí fue enviado a las 4:30 de la tarde de este viernes a Estados Unidos en un avión de la DEA.
Debido a las restricciones de vuelos internacionales que rige en este momento en Colombia por el coronavirus, las autoridades aeronáuticas levantaron la medida solo para el vuelo de traslado de Alcalá, con el fin de que se diera la deportación.
El general (r) Alcalá es uno de los militares que Estado Unidos incluyó en el cartel de recompensas por terrorismo del régimen de Nicolás Maduro.
El hombre, según fuentes oficiales, vivía hace dos años en Barranquilla y este 26 de marzo se declaró sorprendido por estar dentro del cartel de recompensas porque, según él, estaba planeando un golpe de Estado contra Nicolás Maduro con armamento que fue incautado por la Policía en la vía Barranquilla-Santa Marta.
El arsenal incautado constaba de 26 fusiles de asalto sin marca ni serie, calibre 556, de fabricación americana, AR-15, junto a otros elementos de guerra.
El vehículo en el que era llevado dicho cargamento lo conducía Jorge Alberto Morales Duque. En el interrogatorio que se le realizó para preguntarle sobre la procedencia y destino de la armas, Morales respondió que las había recibido en Barranquilla y debía transportarlas hasta Riohacha para entregárselas a un hombre con el alias de ‘Pantera’.
Clíver Alcalá colaboró con Hugo Chávez durante el intento de golpe de estado liderado por éste en febrero de 1992. Es enemigo de Nicolás Maduro y por esa razón se encontraba en el exilio