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La imposible o posible guerra contra Putin

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Soldados rusos en control de carreteras en la región de Crimea
Soldados rusos en control de carreteras en la región de Crimea

Muchos no se explican por qué los Estados Unidos terminan siempre embarcados en toda suerte de conflictos armados alrededor del mundo. Hay quienes sostienen que la Diplomacia Norteamericana brilla por su torpeza o por su ausencia, y que los “gringos” son como el Cromañón analfabeta que deambula por el mundo agarrando lo que se le antoja cada vez que siente hambre. Los hay también quienes sugieren que el asunto no es tanto de ignorancia como de una curiosa combinación de torpeza y  la malacrianza típica del niño rico acostumbrado a mangonear a todo el que se le atraviese.

Y, a su manera, cada uno de estos grupos de “desencantados” y disidentes puede encontrar la justificación de sus apreciaciones en una sencilla y pavorosa verdad: La diplomacia de los Estadounidenses no parece tener sino una sola dirección, que es la de la expansión mediante la invasión armada.

Sin embargo hay una realidad escondida detrás de la elemental y fallida diplomacia Norteamericana, que se remonta a la Guerra de Secesión Estadounidense. Allí, en la superficie, pero absolutamente inadvertida, yace una verdad que viene arrastrando la Democracia de la Nación más poderosa de la tierra, desde 1865: El Miedo. La Guerra terminó en la Primavera de 1865, cuando el General Robert E. Lee entregó las armas del ejército de las Fuerzas Confederadas del Sur al General Ulyses S. Grant, Comandante de los Ejércitos de la Unión, en Appotamox Courthouse, el 9 de Abril de 1865. El año entrante, habrán transcurrido 150 años de esta histórica capitulación. La última batalla de la guerra se libró en Palmito Ranch, en Texas el 13 de Mayo de 1865. Y allí empezó la realidad de los conflictos Norteamericanos de la época moderna. Veamos porqué: Al principio del conflicto que enfrentó a hermano contra hermano en miles de combates que se libraron en cientos de escenarios bélicos desde el Sur de Pensilvania hasta Texas y desde Nuevo Méjico hasta la costa de la Florida, los Estados del Norte tenían una población aproximada de 22 millones de habitantes, mientras que los estados del Sur contaban con una población total de unos 9 millones de personas. Desde el principio, esta diferencia numérica se reflejó también en el campo de guerra, pues los ejércitos del Norte siempre fueron aproximadamente el doble de los ejércitos del Sur en número efectivo de combatientes. Lo que se disputaba era la doble realidad de un asunto de propiedad de las vastas tierras tabacaleras y algodoneras en manos de adinerados barones del Sur, versus el poder industrial que crecía a pasos agigantados en el Norte, y la cuestión moral sobre la legitimidad de la Esclavitud. El Oeste de las películas de pistoleros de Hollywood aun no era realidad. Cerca de 850.000 americanos fallecieron durante esta Guerra a causa de heridas sostenidas en combate, inanición y enfermedad.

He aquí la pavorosa realidad: Cerca de un millón doscientos sesenta y cuatro mil soldados estadounidenses han muerto en todas las acciones bélicas en las que han participado los Estados Unidos desde su incepción en 1776. Y de esos, ochocientos cincuenta mil, o sea más de la mitad, fallecieron a raíz de la Guerra Civil. En la Segunda Guerra Mundial murieron 405,399 soldados de los Estados Unidos. En la Primera, 116,516. En Vietnam murieron 58,209 ciudadanos americanos. Y en Corea, 36, 574. (Solamente en la Batalla de Gettysburg, murieron 51,000 hombres).

La devastación, el horror, la desconfianza y las heridas sociales post-traumáticas que dejó la Guerra Civil Norteamericana hacen palidecer a cualquiera de las comparativamente pequeñas guerras internas de Latino América. Y esta, queridos lectores, es la razón de la tremenda estulticia diplomática de los políticos Estadounidenses. Después de tan brutal conflicto, los Estados Unidos se concentraron en fortalecer una Democracia concebida en la condición de que en adelante ningún conflicto interno pudiera volver a desestabilizar a la Nación. Surgió de esta dedicación un pacto que jamás se expresa en palabras, pero que se lleva para siempre en el alma estadounidense: Si ha de haber guerra, si hemos de pelear hasta la muerte, que sea lejos del territorio patrio, en tierra ajena…donde no tengamos el peligro ni la tentación de volver a caer en la tentación de destruirnos entre hermanos. Y la carrera armamentista se convirtió en una especie de vocación auto-impuesta: Antes que matarnos sistemáticamente los unos a los otros con nuestras propias armas, es preferible convertirnos en capitanes del orden y la paz en el mundo, llevando el combate a territorios lejanos y no a nuestro propio patio trasero.

El ánimo agresivo, belicoso y a todas luces tiránico de Vladimir Putin, quien ha librado una extraordinaria partida de ajedrez político y que culminó esta semana con la anexión a Rusia, mediante referendo, de la histórica región de Crimea, es tan solo otra oportunidad para exportar el ánimo belicoso y la tensión creciente  mientras se satisface la necesidad de reactivación económica mediante inyecciones presupuestales a la multifacética industria armamentista.

De repente no sea necesario disparar un solo tiro. De repente no se repitan los 1,742 muertos y 18,675 heridos de Afganistán, ni los 3,527 muertos y 32,222 heridos de Iraq. Lo importante es que se logrará otro escenario extranjero para calmar la insaciable necesidad de ejercer la violencia.

Es importante hacer estas consideraciones en la antesala de lo que podría llegar a ser el más reciente capítulo de Guerra en nuestro cada vez más complejo Mundo moderno. Ahora bien….como en muchas otras oportunidades, es posible que no pase nada.

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Destacado Periodista y empresario colombo- Canadiense, reconocido en el año 2012 con la medalla del jubileo de diamante de la reina Isabel II, como uno de los 600 canadienses más destacados del país, CEO de Magazine Latino periódico hispano de Ontario, las paginas web www.magazinelatino.com y la estación de radio digital www.magazinelatinoradio.com, puedes contactarlo a través de su correo electrónico jose@magazinelatino.com - tel; 519 933 3226

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