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América, tierra muy querida por Benedicto XVI

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El papa Benedicto XVI (d), con un sombrero típico mexicano, agradece a un mariachi que acudió a despedirlo a las puertas del colegio Miraflores donde pernoctaba. Benedicto XVI no se pudo resistir a la música de mariachi y salió desde el lugar donde descansaba para saludar a los fieles que esperaban a la puerta y darles la última bendición. EFE/Ulises Ruiz Basurto

El papa Benedicto XVI ha viajado a Latinoamérica en dos ocasiones, la primera en 2007, a Brasil, y la segunda en 2012, cuando visitó México y Cuba. También estuvo en los Estados Unidos en 2008.

Es el segundo vicario de Cristo que viaja a Latinoamérica en la historia de la Iglesia católica ya que únicamente lo había hecho su predecesor en el cargo, Juan Pablo II, que saltó desde el Viejo Continente al Nuevo en una veintena de ocasiones visitando, entre otros países, a Brasil en 1980; a México en 1979, 1990, 1993, 1999 y 2002; a Estados Unidos en 1979, 1984, 1987, 1993, 1995 y 1999; o a Cuba, en 1998, que representó un hito histórico en el pontificado.

En sus ocho años al frente de la Iglesia de San Pedro, Benedicto XVI ha realizado 24 viajes oficiales fuera del Vaticano. El primero lo realizó a su patria chica, Alemania, concretamente a Colonia, en el año que fue nombrado papa, en 2005. El siguiente lo realizó a Polonia, cuna de su antecesor en el cargo, Juan Pablo II, en el año 2006.
El tercer viaje de su pontificado lo realizó a las tierras de España, concretamente a la ciudad de Valencia con motivo del V Encuentro Mundial de las Familias, una institución que siempre ha mimado desde su máximo cargo eclesiástico.

Los dos viajes siguientes los realizó de nuevo a su tierra, Alemania, visitando Munich, Altotting y Regensburg, en septiembre de 2006: y a Turquía a finales de noviembre de ese mismo año.
BRASILEÑO A LOS ALTARES Y EMOCIÓN EN LA “ZONA CERO”.

El siguiente punto de su acción como primer peregrino de la Iglesia Católica lo realizó Benedicto XVI a Brasil, su primer destino latinoamericano, con motivo de la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM) en mayo de 2007, donde encontró a un país volcado en su magisterio.

En esa ocasión visitó las ciudades de Sao Paulo, Aparecida y Guaratingueta, se entrevistó con el entonces Presidente del país, Luis Inacio Lula da Silva, e inauguró la conferencia en el santuario de Nuestra Señora de Aparecida.

También aprovechó su visita para proclamar santo al religioso Frei Galvao, el primer brasileño elevado a la gloria de los altares; celebró un encuentro con los jóvenes de Brasil y visitó el centro de reinserción de drogadictos «Hacienda de la Esperanza».

En esa ocasión el papa explicó que los «caminos trazados por una cultura sin Dios y sin sus mandamientos, o incluso contra Dios, terminan por convertirse en una cultura contra el ser humano y contra el bien los pueblos latinoamericanos».

También hizo referencia a la Iglesia Latinoamérica y sus desafíos: «Es la Iglesia de la esperanza que siente la necesidad de luchar en favor de la dignidad de todo hombres, de una verdadera justicia y contra la miseria de nuestros semejantes (sic). América Latina es una parte del mundo, rica por sus recursos naturales, donde las diferencias en el nivel de vida deben dar paso a ese espíritu de compartir los bienes», afirmó el Obispo de Roma.

Tras una breve visita a Austria en 2007, del 15 al 21 de abril de 2008 el máximo pontífice visitó Washington y Nueva York. En la ciudad de los rascacielos también pronunció un discurso en la ONU y a los norteamericanos les despidió deseando que el futuro les trajera «una mayor solidaridad, un creciente respeto recíproco y una renovada fe».

En ese histórico viaje, el pontífice indicaba que uno de los momentos más «significativos» fue el discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, valorando «todo lo que la organización ha logrado para defender y promover los derechos fundamentales de todo hombre, mujer y niño de cualquier parte del mundo». También alentó a que la ONU continúe «esforzándose sin desfallecer en la promoción de las coexistencia justa y pacífica entre los pueblos y las naciones».

Pero donde se mostró especialmente emocionado e indicó que “siempre le quedará grabada” en su memoria, fue durante su visita a la «zona cero», donde se desplomaron las Torres Gemelas tras los atentados terroristas del 11 de septiembre.

«Seguiré rezando por los que fallecieron y por los que sufren las consecuencias de la tragedia que tuvo lugar en 2001, y por Estados Unidos para que el futuro traiga una mayor solidaridad, un creciente respeto recíproco y una renovada fe», afirmó en aquella ocasión.

Con «God bless America» (Dios bendiga América), una de las frases más repetida por los estadounidenses, Benedicto XVI terminó su mensaje de despedida de un país que definió como «profundamente religioso».
RECUERDO MUY CERCANO A MÉXICO Y CUBA.
El segundo viaje a Latinoamérica lo realizó a México y a Cuba, los días 23 al 28 de marzo de 2012. En México permaneció los días 23 a 26. Se entrevistó con el Presidente Felipe Calderón y minutos antes de oficiar una misa, sobrevoló en helicóptero el santuario de Cristo Rey, en lo alto del Cerro del Cubilete, donde se reunió con los obispos mexicanos para, posteriormente, acudir a la Plaza de la Paz de Guanajuato, donde mantuvo un entrañable encuentro con los niños mexicanos.

En su visita a la isla caribeña de Cuba, entre el 26 y 28 de marzo, se encontró con una iglesia católica más visible que cuando la visitó Juan Pablo II y en una posición de clara interlocución con el Gobierno castrista.

Recibido en Santiago por el Presidente Raúl Castro, ofició una misa con motivo del 400 aniversario del hallazgo de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de la isla y visitó la imagen en el santuario.

En La Habana se reunió con Fidel Castro en la Sede de la Nunciatura y ofició una misa en la Plaza de la Revolución, en el mismo lugar donde en 1998 Juan Pablo II ofició una eucaristía.

Benedicto XVI consideró su viaje a México y Cuba como uno de los «puntos destacados» de su pontificado y dijo que fueron «encuentros inolvidables, con la fuerza de la fe profundamente arraigada en los corazones de los hombres y con la alegría por la vida que surge de la fe».

En el discurso que dirigió a la Curia Romana con motivo de la Navidad pasada, el primer pontífice que renuncia en 500 años, citó la visita a México y Cuba con estas palabras: «Recuerdo que, tras llegar a México, se agolpaban al borde del largo trecho que se debía recorrer interminables filas de personas, que saludaban agitando pañuelos y banderas. Recuerdo cómo, durante el trayecto hacia Guanajuato, la capital del homónimo Estado, había jóvenes a los lados de la carretera, devotamente arrodillados para recibir la bendición del Sucesor de Pedro».

En esa línea prosiguió: «también recuerdo como la gran liturgia en las cercanías de la estatua de Cristo Rey se convirtió en un acto que hacía presente la realeza de Cristo, su paz, su justicia, su verdad».

Todo ello -precisó- en el contexto de los problemas de un país, México, «que sufre múltiples formas de violencia y las dificultades de dependencias económicas. Ciertamente, estos problemas no se pueden resolver simplemente mediante la religiosidad, pero menos aún se solucionarán sin esa purificación interior del corazón que proviene de la fuerza de la fe, del encuentro con Jesucristo».

De su visita a Cuba resaltó las grandes liturgias celebradas en la isla, «en cuyos cantos, oraciones y silencios se podía percibir la presencia de Aquel, al que durante mucho tiempo se había querido negar cabida en el país”.

La búsqueda en ese país de un justo planteamiento de la relación entre vinculaciones y libertad, ciertamente no puede tener éxito sin una referencia a esos criterios de fondo que se han manifestado a la humanidad en el encuentro con el Dios de Jesucristo», subrayó el papa.

Ahora Benedicto XVI deja el pontificado por motivos de salud y todos en el Nuevo Mundo nos preguntamos si ha llegado el momento de que llegue al trono de San Pedro un papa americano.

Por Joaquín Méndez Rosa. EFE

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