Después de una década de progreso intermitente, el proyecto encabezado por el gigante energético canadiense TC Energy, Keystone XL, parecía tangible para los residentes del centro de Dakota del Sur.
A lo largo de la I-90, los pueblos pequeños permanecen inactivos esperando que el clima sea más cálido y el regreso del turismo se acelere. Los visitantes que se dirigen al Monte Rushmore brindan un sustento económico para estas pequeñas comunidades; y el oleoducto había comenzado a emerger como otra fuente de ingresos que mantendría a flote las ciudades durante todo el año.
«Cuando apareció TransCanada, estábamos, desde el punto de vista comercial, muy emocionados. Porque es crecimiento, son oportunidades», dijo Jeff Birkeland, un residente y director ejecutivo de toda la vida de Murdo, Dakota del Sur, de West Central Electric Cooperative.
Birkeland lamenta las oportunidades perdidas que el oleoducto podría haber traído a la región. Había invertido más de una década de su vida profesional en el proyecto.
Esos sueños murieron el 20 de enero, cuando el presidente Joe Biden firmó una orden ejecutiva que revocó el permiso de construcción para el proyecto de 1.200 millas que habría pasado por Montana, Dakota del Sur y Nebraska.
«Esa fue una de las cosas en las que corrió», explicó Birkeland. «Así que no puedo decir que fue un gran impacto. Pero cuando finalmente lo escuchas, es una prueba de la realidad para ti. Trece años de mi carrera los he pasado en TransCanada. Es difícil», agregó.
En los últimos 30 años, West Central Electric ha ganado 99 nuevos hogares en su área de servicio de cinco condados. La vida económica en Murdo, con una población de 444, se había estancado.
La construcción de dos subestaciones que proporcionen energía a dos estaciones de bombeo a lo largo del gasoducto habría sido una oportunidad de crecimiento irrefutable, generando cerca de $1 millón mensual, según Birkeland. Ese crecimiento se habría filtrado a sus 3.700 miembros de la cooperativa en toda la región en forma de un crédito anual de $325, reduciendo efectivamente sus facturas de energía.
Por ahora, ambas subestaciones están casi terminadas y abandonadas.
Todo cambió de la noche a la mañana
A las pocas horas de que la orden ejecutiva del presidente Biden detuviera el oleoducto, decenas de trabajadores y sus familias abandonaron los pequeños pueblos en el centro de Dakota del Sur y se pusieron en camino en busca de una manera de mantener a sus familias, según Tricia Burns, ranchera y propietaria de Ignite Wellness Center en Philip, Dakota del Sur.
Eso fue hace casi dos meses, pero Burns lo recuerda vívidamente. Perdió casi la mitad de sus miembros en unas horas, perdiendo casi $ 3.000 dólares al mes. Dos contratos con empresas de seguridad se evaporaron, aseveró.
Burns también se había acercado a los trabajadores y sus familias que habían migrado a su comunidad para ayudar a construir el oleoducto. Uno de los empleados de su gimnasio estaba entre los que se vieron obligados a irse.
Philip, en Dakota del Sur, ubicada a 15 millas al norte de la principal interestatal este-oeste, tiene una población de 779. Su calle principal está compuesta por casi una docena de pequeñas empresas, todas mantenidas con vida gracias al apoyo mutuo de toda la comunidad.
TC Energy había otorgado casi $60.000 en subvenciones a Philip mientras el proyecto estaba en curso. El dinero ayudó a pagar una nueva camioneta para el departamento de bomberos voluntarios. La subvención también ayudó a apoyar los deportes juveniles y pagar una nueva acera cerca de la escuela.
A solo una milla al norte de Philip, un campo de trabajo de TC Energy está vacío. Otras 30 millas al norte, un enorme patio de tuberías es visible desde una carretera principal con cientos de tuberías en exhibición.
TC Energy se negó a comentar sobre el destino de la infraestructura existente que ya está en funcionamiento para el tan esperado gasoducto.
«Mi temor es que hayan invertido todo este dinero y recursos en lo que ya está en su lugar. Y luego tendrán que venir a arrancarlo», declaró Smith.
