Manitoba entró en una hibernación económica y social autoimpuesta para tratar de volver a controlar los números crecientes de COVID-19.
La provincia ha estado luchando para frenar la propagación del nuevo coronavirus desde que comenzó a aumentar en las últimas semanas después de una pausa de verano.
Las reuniones están limitadas a cinco personas, pero la restricción no se aplica a quienes viven en el mismo hogar.
Las iglesias no pueden ofrecer servicios en persona, las tiendas y restaurantes no esenciales se limitan a recoger y entregar en la acera.
Se cierran bares, museos y teatros y se suspenden las actividades recreativas, aunque las escuelas permanecen abiertas.
La provincia reportó 5.676 casos activos el miércoles, el día más mortífero de la pandemia para Manitoba, con nueve nuevas muertes para un total de 123.
Es el mayor número de casos de infecciones activas per cápita en el país.
Ya se habían introducido órdenes de salud pública más estrictas para algunas áreas, en particular Winnipeg, pero el director de salud pública, el Dr. Brent Roussin, dijo a principios de esta semana que el enfoque dirigido no estaba funcionando.
El fuerte aumento de los casos y, con ello, un número récord de hospitalizaciones ha puesto a prueba el sistema de salud. Las camas de cuidados intensivos, incluidas las ocupadas por pacientes que no tienen COVID, están casi agotadas.
Ha habido brotes en hogares de cuidados a largo plazo y hospitales, y transmisión comunitaria generalizada.
“Necesitamos aplanar nuestra curva COVID y tenemos que hacerlo ahora”, dijo el martes el primer ministro Brian Pallister al anunciar la desaceleración generalizada que durará hasta cuatro semanas.
