También ha sido una humillación muy pública. Comenzó mucho antes de que el Ministerio de Seguridad del Estado de Xi secuestrara y encarcelara al diplomático Michael Kovrig y al empresario Michael Spavor en diciembre de 2018 para castigar a Canadá por haber detenido a uno de los intocables de élite del Partido Comunista Chino en una solicitud de extradición de Estados Unidos.
Es solo ahora, después de todo este tiempo, que Meng se está valiendo de una especie de acuerdo con el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, una opción que ha estado disponible para ella desde el principio.
No importa lo lejos que la «relación» aleje a Canadá de sus aliados tradicionales y socios de inteligencia de Five Eyes, el enfoque singular de Ottawa ha sido evitar preguntas difíciles, mantenerse callado y esperar que nadie se dé cuenta.
La principal preocupación del gobierno de Trudeau no ha sido por los atropellos contra las normas internacionales que estaban haciendo que los canadienses tuvieran una visión tan sombría del régimen de Xi; si no que el comportamiento de Beijing estaba dañando la «relación».
Es confuso, pero no tiene nada que ver con evitar cualquier indiscreción que pudiera complicar las delicadas negociaciones en torno a la liberación de los canadienses que Pekín ha mantenido como rehenes. Mucho tiene que ver con las influencias de la vieja guardia del Partido Liberal y sus estrechos y lucrativos lazos con los intereses corporativos que están profundamente comprometidos en las relaciones comerciales con China.
