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Rey Carlos III de Reino Unido enfrenta su primer problema de imagen

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Rey Carlos III de Reino Unido enfrenta su primer problema de imagen
El monarca ha sido captado en los últimos días haciendo rabietas por detalles en el protocolo.

El rey Carlos III del Reino Unido, quien ha ascendido al trono tras el fallecimiento de su madre Isabel II el pasado 8 de septiembre, se ha mostrado irritado en varios actos públicos por lo que él ha considerado “errores” en el protocolo.

Los gestos del monarca, de 73 años, que han quedado captados en videos, se han viralizado en redes sociales con miles de comentarios en los que los internautas lanzan críticas y burlas.

La grabación más viral hasta la fecha es en la que se ve a Carlos III perdiendo la paciencia cuando está firmando el libro de visitas del castillo de Hillsborough, sede oficial del Gobierno de Irlanda del Norte. «Por Dios, odio esta pluma», espeta Carlos III, tras mancharse la mano de tinta.

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El monarca se levanta de la mesa y, visiblemente airado, continúa expresando su frustración: «¡No puedo soportar esta maldita cosa! (…) ¡Lo hacen cada puñetera vez!», se queja mientras se limpia con un pañuelo.

El enfado de Carlos III había empezado unos segundos antes, cuando se da cuenta de que ha firmado con una fecha equivocada. Exasperado, el monarca abandona la sala sin esperar a Camila, reina consorte, que todavía debe estampar su rúbrica en el documento.

Personalidad del rey, bajo la lupa

Este no es el primer contratiempo que sufre Carlos III con objetos de papelería en los primeros seis días de su reinado. En la ceremonia en la que se le proclamó oficialmente soberano, bajo la atenta mirada de varios ex primeros ministros británicos y la cúpula del Estado, el primogénito de Isabel II perdió el temple con un tintero mal colocado.

Su impaciente gesto para que un ayudante desplazara con presteza el objeto que le impedía firmar con comodidad dio también la vuelta al mundo y disparó las primeras especulaciones sobre la personalidad del nuevo rey.

También está siendo sometida al escrutinio de los medios británicos su decisión de prescindir del centenar de empleados que trabajaban en su residencia oficial como heredero, Clarence House, una vez convertido en rey, algunos de los cuales serán recolocados en otros puestos.

Han resultado inevitables las comparaciones con su madre, Isabel II, que durante sus siete décadas en el trono mantuvo la imagen de una soberana discreta, diplomática y ajena a las polémicas personales.

Su primogénito, en cambio, ha protagonizado durante su etapa como príncipe de Gales numerosas controversias y se ha inmiscuido en asuntos políticos de los que la hasta ahora reina se mantenía siempre alejada.

Las especulaciones sobre algunas de sus injerencias se confirmaron en 2015, cuando el Tribunal Supremo ordenó hacer públicos una serie de documentos, bautizados por la prensa como las cartas de la «araña negra», que el ahora rey envió durante años a ministros y altos cargos del Gobierno para presionar en favor de ciertos intereses políticos.

El entonces heredero al trono abandonaba en esos textos la tradicional neutralidad de la monarquía y expresaba sus preocupaciones en asuntos agrícolas -entre las propiedades que controla se cuentan numerosas granjas y explotaciones-, leyes sobre modificación genética, el calentamiento global, cuestiones sociales, así como sobre planificación urbana y arquitectura.

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