Algunos empleados de almacenes de Instacart y Amazon suspendieron temporalmente sus labores el lunes para exigir mayores medidas de protección contra el coronavirus, pese a que ambas compañías están acelerando las contrataciones de cientos de miles de trabajadores a fin de lidiar con el aumento de pedidos.
Los paros de un día tuvieron poco impacto en los consumidores, pero atrajeron la atención hacia un creciente descontento de los trabajadores de salarios bajos que laboran durante la pandemia para satisfacer las necesidades de aquellos que pueden trabajar desde la seguridad de sus hogares. Whole Worker, un grupo de trabajadores de Whole Foods, está haciendo un llamado para realizar el miércoles un día de asueto “por enfermedad” a nivel nacional.Muchos trabajadores de alta demanda son empleados de tiempo parcial o bajo contrato temporal que no cuentan con prestaciones tales como ausencias por enfermedad con goce de sueldo o servicio médico.
Además de las demandas de mayor protección ante la pandemia, los trabajadores subrayan quejas hechas desde hace tiempo sobre prácticas laborales que impiden que los empleados de salarios bajos o de tiempo parcial reciban más horas de trabajo.
Instacart, un servicio en línea para entrega de alimentos a domicilio, y Amazon afirman que están trabajando a fin de dotar a sus empleados de equipo de higienización y que han tomado medidas para aumentar los salarios y ampliar los periodos de ausencia por enfermedad con goce de sueldo. Instacart indicó el domingo que pondrá a disposición gel antibacterial a solicitud de sus trabajadores y subrayó cambios en su sistema de propinas, pero quienes participaron en la huelga señalan que esas medidas son planteadas demasiado tarde.
“Necesitan darnos una remuneración extra ahora mismo y debería estar garantizada”, dijo Shanna Foster, madre soltera que dejó de trabajar para Instacart hace dos semanas por temor a contagiarse con el nuevo coronavirus. “No valía la pena”.
Pero es probable que una oleada de contrataciones diluya cualquier intento de los trabajadores actuales para organizar algún paro. Muchas personas están solicitando nuevos empleos debido a los despidos que se han registrado en la industria restaurantera, hotelera, aeroportuaria, entre otras, que han tenido que suspender sus actividades. Casi 3,3 millones de estadounidenses solicitaron prestaciones por desempleo la semana pasada, casi cinco veces más que el récord anterior impuesto en 1982.
Si bien muchos empleados de Instacart anunciaron que dejarían de recibir pedidos el lunes, otros trabajadores que tienen menos tiempo de laborar en la empresa se mostraron reacios a abandonar una fuente de ingresos en un periodo de despidos masivos.
“Estoy agradecida de tener alguna forma de ganar dinero”, comentó Summer Cooper, de 39 años, quien comenzó a trabajar como compradora de Instacart en la zona de Tampa Bay, Florida, luego de perder su empleo como mesera en el restaurante de un hotel.
También el lunes, varios trabajadores de Amazon suspendieron sus actividades en un almacén de la compañía en Staten Island, Nueva York, para exigir que la instalación fuera cerrada y sanitizada con tiempo pagado después que un empleado dio positivo al nuevo coronavirus. Se tenía previsto que alrededor de 100 trabajadores participaran en la protesta, pero Amazon informó que fueron muchos menos.
Amazon dijo que ha tomado medidas para proteger a sus empleados del virus, incluyendo mejoras en la limpieza y sanitización, y con medidas de distanciamiento social. En la instalación de Staten Island, donde hay 4.500 trabajadores, Amazon implementó revisiones diarias de temperatura corporal.
La compañía planea contratar a 100.000 trabajadores, una combinación de puestos de tiempo completo y medio e incluye repartidores y almacenistas.
El Primer Ministro, Justin Trudeau, anunció hoy medidas para apoyar a los canadienses vulnerables a fin de ayudarles a hacer frente a las repercusiones sanitarias, sociales y económicas de la pandemia COVID19.
«Si bien la pandemia COVID-19 afecta a todos los canadienses, algunas personas y comunidades corren un mayor riesgo de sufrir sus efectos. Por eso es importante mantenerse conectado y asegurarse de que todos se sientan seguros y apoyados en este momento de incertidumbre. El anuncio de hoy tiene por objeto ayudar a nuestros canadienses más vulnerables y asegurar que nuestras organizaciones comunitarias
tengan lo que necesitan para prestar servicios críticos a los que corren más riesgo.” afirmo el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau,
Estas medidas ayudarán a proporcionar a los jóvenes apoyo en materia de salud mental y a los adultos mayores canadienses servicios prácticos. También ayudarán a garantizar que algunos de los canadienses más vulnerables tengan un lugar seguro donde refugiarse y un techo. El nuevo auxilio del gobierno incluye:
Aumentar el apoyo a los canadienses que sufren de falta de vivienda y prestar ayuda a las mujeres y los niños que huyen de la violencia. Como se anunció el 18 de marzo del 2020, el Gobierno de Canadá proporcionará 157,5 millones de dólares adicionales para atender a las necesidades de los canadienses que carecen de vivienda. El Gobierno también proporcionará hasta 50 millones de dólares a los refugios para mujeres y los centros de atención a las agresiones sexuales, incluidas las instalaciones de las comunidades indígenas, para ayudar a su capacidad de gestionar o prevenir un brote.
Prestar apoyo a los servicios de asesoramiento a niños y jóvenes. Como consecuencia del cierre de escuelas y del menor acceso a los recursos comunitarios, Kids Help Phone está experimentando un aumento de la demanda de sus servicios de asesoramiento confidenciales en línea, por teléfono y por texto, que funcionan las 24 horas del día, los siete días de la semana, en todo
Canadá. El Gobierno aportará 7,5 millones de dólares a Kids Help Phone para prestar a los jóvenes el apoyo en materia de salud mental que necesitan en este difícil momento.
Proporcionar servicios esenciales inmediatos a los adultos mayores canadienses afectados por COVID-19. El Gobierno de Canadá aportará 9 millones de dólares por conducto de United Way Canada para que las organizaciones locales presten servicios prácticos a los adultos mayores canadienses. Esos servicios podrían incluir la entrega de comestibles, medicamentos u otros artículos necesarios, o actividades de divulgación personal para evaluar las necesidades de las personas y ponerlas en contacto con los apoyos de la comunidad.
por su parte la Ministra de Diversidad e Inclusión y Juventud Bardish Chagger, afirmo, «Debemos un gran agradecimiento a los jóvenes canadienses que se quedan en casa sin ir a la escuela o al trabajo porque saben que nos llevará a todos a planear la curva. Este es un momento sin precedentes. Los canadienses están ansiosos por lo que está sucediendo aquí en casa y en todo el mundo. Los jóvenes canadienses también están preocupados, y para aquellos jóvenes que no tienen con quien hablar, pueden recurrir a Kids Help Phone. La inversión de hoy de 7,5 millones de dólares garantizará que haya asesores y voluntarios capacitados listos para responder a su llamada. El distanciamiento físico no significa que estés solo – la ayuda está a una llamada de distancia».
Datos rápidos
Si se infectan por el COVID-19, los canadienses de 65 años o más, y aquellos con sistemas inmunológicos comprometidos o condiciones médicas subyacentes, corren un mayor riesgo de complicaciones más graves. Si usted está en riesgo de complicaciones, puede tomar medidas para reducir el riesgo de enfermarse por COVID-19.
Los canadienses que experimentan síntomas de COVID-19 deben quedarse en casa y llamar a la autoridad de salud pública local para pedir consejo sobre lo que deben hacer.
Sin apoyo adicional, COVID-19 tendrá un impacto desproporcionado en las poblaciones vulnerables que pueden ser menos capaces de hacer frente a los impactos sanitarios, sociales y económicos de la pandemia. Se prevé que los riesgos de estrés, y abuso aumentarán a medida que las personas no puedan acceder a los apoyos sociales y comunitarios de los que dependen en su vida cotidiana.
United Way Canada es una organización benéfica sin fines de lucro que trabaja para mejorar la vida de las personas y construir comunidades sólidas en todo Canadá. Presta servicios a poblaciones vulnerables, entre ellas las personas de edad, las personas con discapacidad y los canadienses que carecen de vivienda.
Kids Help Phone es un servicio de apoyo nacional para niños y jóvenes que funciona las 24 horas del día, los 7 días de la semana. La organización ofrece asesoramiento profesional, información y remisiones, así como apoyo basado en textos y dirigido por voluntarios, a jóvenes de todo el país en inglés y francés. Su servicio es completamente confidencial.
Los fondos para los adultos mayores se entregarán a través del Programa Nuevos Horizontes para los adultos mayores. El Programa apoya proyectos que ayudan a mejorar el bienestar y la calidad de vida de las personas mayores, y fomenta la inclusión social y el compromiso de las personas mayores canadienses en sus comunidades.
El presidente Donald Trump habla sobre el combate a la pandemia del coronavirus en la Rosaleda de la Casa Blanca, el domingo 29 de marzo de 2020, en Washington.
El presidente Donald Trump ordenó el domingo que el confinamiento voluntario a nivel nacional se extienda un mes más, cediendo ante los expertos de salud pública que le informaron que la pandemia de coronavirus podría provocar más de 100.000 muertes en Estados Unidos, y posiblemente muchas más, si no se combate con la fuerza suficiente.
Fue un marcado cambio en el tono del mandatario, quien apenas hace unos días sopesaba la reactivación de las actividades en el país en unas cuantas semanas. Desde la Rosaleda de la Casa Blanca, Trump admitió que sus esperanzas de reanudar las actividades a tiempo para Pascua sólo habían sido “algo a lo que aspiraba”.El periodo inicial de 15 días de distanciamiento social que solicitó el gobierno federal concluye el lunes, y Trump había expresado interés en relajar los lineamientos nacionales, al menos en ciertas partes del país que han resultado menos afectadas por la pandemia. Pero, en su lugar, optó por extenderlas hasta el 30 de abril, un reconocimiento tácito de que su pronóstico fue demasiado optimista. Muchos gobiernos estatales y locales tienen controles de desplazamiento y concentración más estrictos.
Las intenciones de Trump para que las cosas vuelvan a la normalidad se toparon con la dura realidad el domingo, cuando el doctor Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del país, dijo que podría haber más de 100.000 decesos y millones de infecciones en Estados Unidos a causa de la pandemia. La decisión de Trump de extender las medidas de control refleja un reconocimiento de que la lucha será a largo plazo y que el riesgo de que el número de muertos se eleve a los cientos de miles es real.
“Quiero que tengamos nuestra vida de regreso”, afirmó el presidente.
Trump, quien en general ha evitado hablar sobre fallecimientos y tasas de infección, citó modelos matemáticos que señalaron que, en potencia, podrían haber muerto unos 2,2 millones de personas o más si el país no hubiera implementado las medidas de distanciamiento social. Añadió de que Estados Unidos estaría haciendo un buen trabajo si puede “limitar” el número de decesos “a 100.000”.
“Es una cifra horrenda”, comentó el mandatario, pero añadió: “Todos juntos hemos hecho un muy buen trabajo”.
Presentado por Trump durante su informe, Fauci dijo que su proyección de la posibilidad de 100.000 a 200.000 fallecimientos es “completamente concebible” si no se hace lo suficiente para mitigar la crisis. Señaló que eso ayudó a delinear la extensión de las directrices, “una decisión sabia y prudente”.
Los lineamientos federales recomiendan evitar las grandes concentraciones e instan a ancianos y a personas con problemas de salud preexistentes a permanecer en casa. Se les pide a las personas que trabajen desde su hogar en la medida de lo posible, y a evitar restaurantes y bares, así como traslados y compras no esenciales.
Debido a la pandemia que nos azota, se pospuso las 500 millas de Indianápolis, dándole otro duro golpe al sector automotriz.
Por ahora la nueva fecha para disputar la carrera de este año está programada para el 23 de agosto en lugar de su fecha original del 24 de mayo.
Penske Entertainment Corp, esta 104a edición de la carrera será la primera que no se complete en mayo.
Dirigido por el ícono de carreras Roger Penske, el año pasado el grupo Penske Entertainment Corp compró la pista y por ende la realización de la icónica carrera.
Roger Penske es el cuarto propietario del Indianapolis Motor Speedway en los 110 años de historia de la reconocida pista.
Penske dijo en un comunicado. «El mes de mayo en IMS es mi época favorita del año, y al igual que nuestros fanáticos, estoy decepcionado de haber tenido que reprogramar la Indy 500».
«Vamos a duplicar la experiencia del cliente en los próximos meses y estoy seguro de que saludaremos a los fanáticos con una instalación transformada y un espectáculo de clase mundial cuando corramos la carrera más grande del mundo a finales de este año», agrego Penske.
Si bien no es la primera carrera cancelada debido al brote, la Indy 500 puede ser la más conocida del país, y es una tradición familiar del fin de semana del Memorial Day.
«El fin de semana del Memorial Day, siempre ha brindado a los fanáticos de Indianápolis 500 la oportunidad de honrar a los hombres y mujeres que han luchado y sacrificado por la libertad de nuestra nación», dijo el presidente de Penske Entertainment Corp. Mark Miles.
«Este agosto, también tendremos una oportunidad única y poderosa para honrar las contribuciones y el heroísmo de los médicos, enfermeras, socorristas y miembros de la Guardia Nacional que están en la primera línea de la lucha contra COVID-19», agrego Miles.
Los organizadores dijeron que los boletos ya comprados serán válidos para la carrera reprogramada..
Si la pandemia se corta en esa época, se esperan que las sesiones de práctica se llevarán a cabo el 12 y 13 de agosto, y la calificación se realizará el 15 y 16 de agosto.
Hasta ahora, la temporada de IndyCar también se ha eliminado y algunas carreras se han pospuesto, mientras que otras se han cancelado por completo.
La primera cancelación fue el Gran Premio Firestone de San Petersburgo, que se celebraría el 15 de marzo y siguió a través del AutoNation IndyCar Challenge en el Circuito de las Américas en Austin, Texas, que hubiera tenido lugar del 24 al 26 de abril. Ahora el Gran Premio de GMS e Indy 500 se han agregado a la lista.
Un avión estalló en llamas el domingo cuando trataba de despegar del aeropuerto de Manila y murieron las ocho personas a bordo, informaron autoridades.
La nave, que iba a Japón con dos pasajeros y seis tripulantes, estaba en misión médica transportando a un enfermo a Tokio.
Estalló en llamas al llegar al borde de la pista de despegue, informó el director del aeropuerto de Manila, Ed Monreal.
“No hubo sobrevivientes”, declaró Monreal en conferencia de prensa.
Añadió que dos de las ocho personas a bordo eran extranjeros: un estadounidense y un canadiense. El resto eran filipinos.
Camiones de bomberos y cuadrillas de emergencia corrieron hacia la aeronave y la rociaron con espuma en un intento por sofocar las llamas.
El número total de casos de COVID-19 en Ontario ha aumentado a 1.706, ya que los funcionarios de salud confirmaron que solo hoy lunes se registraron 351 pacientes infectados.
Al anunciar a los nuevos pacientes, el sitio web del gobierno indicó algunas estadísticas sobre la demografía de los infectados en la provincia.
Según el sitio web, el 50,2 por ciento de todos los pacientes en Ontario son hombres y el 49,1 por ciento son mujeres. Doce casos no especificaron el género.
Además, el 2.5 por ciento de los pacientes tienen 19 años o menos.
Los pacientes entre las edades de 20 y 64 años representan el 77.3 por ciento del total de casos, mientras que el 20.1 por ciento tiene 65 años o más.
Se desconoce la edad de dos casos, agregaron funcionarios de salud.
Ha habido 23 muertes relacionadas con COVID-19 en Ontario. No se informaron nuevas muertes el lunes.
El COVID-19 en números en Ontario
El muerto más joven en la provincia, fue un hombre de 48 años residente en Oshawa.
Hasta la fecha, casi 50,000 personas han sido evaluadas para detectar COVID-19 en Ontario.
Ya son 431 pacientes recuperados del virus en la provincia.
Anteriormente, los casos de los pacientes no se consideraban resueltos hasta que habían resultado negativos para el virus dos veces con 24 horas de diferencia. Ahora, un caso se considera resuelto si se informa como recuperado en el Sistema integrado de información de salud pública y su caso no figura actualmente como hospitalizado en el sistema, o si han pasado 14 días desde el inicio de los síntomas o 14 días después de la fecha del episodio Si el caso está cerrado.
No existen tratamientos específicos para el virus y no existe una vacuna que lo proteja contra él.
Los síntomas del virus, que pueden incluir fiebre, tos y dificultad para respirar, son similares a otras infecciones respiratorias.
El sitio web del gobierno de Ontario aconseja a quienes experimentan síntomas del nuevo coronavirus que se comuniquen con su proveedor de atención primaria de salud o Telehealth Ontario.
Los investigadores en Canadá están analizando el uso de un producto sanguíneo de pacientes recuperados con COVID-19 como un tratamiento potencial para otras personas que están enfermas con el virus.
Canadian Blood Services dijo los medios que están involucrados con un grupo de investigadores clínicos que se reúnen diariamente para diseñar un ensayo clínico nacional para ver si lo que se conoce como «plasma convaleciente» podría ayudar a tratar a los pacientes con COVID-19.
En un comunicado enviado por correo electrónico, Canadian Blood Services dijo: “El plasma convaleciente es plasma que se recolecta de pacientes que se han recuperado de un virus, lo que significa que han desarrollado los anticuerpos necesarios para combatir ese virus. En teoría, estos anticuerpos podrían ser la base de un tratamiento para ayudar a otros. »
Sin embargo, la organización agregó que actualmente no hay suficientes datos para demostrar que es un tratamiento exitoso.
El Dr. Srinivas Murthy, profesor asociado del Departamento de Medicina de la UBC, recibió fondos de los Institutos Canadienses para la Investigación en Salud para un estudio sobre la mejor forma de tratar COVID-19.
Dijo que mientras está involucrado en algunas iniciativas para analizar el uso del plasma en un contexto de prueba, advirtió que aún no hay ciencia real para decir que sea útil. De hecho, dijo que a veces puede haber un «daño significativo» asociado también.
«Lo hemos probado en una serie de otras enfermedades y realmente no se ha demostrado que sea tan efectivo, aunque tenga sentido biológico», dijo el Dr. Murthy. «Al igual que para el Ébola, por ejemplo, hubo un gran esfuerzo para ver si funcionaba, pero no funcionó».
La oficial de salud provincial de B.C., la Dra. Bonnie Henry, dijo que usar plasma convaleciente es «algo que observamos cada vez» que hay un brote de una nueva enfermedad como el SARS.
«Si se ha recuperado de la enfermedad y su cuerpo ha desarrollado anticuerpos, ¿podemos tomar esos anticuerpos de su sangre y agregarlos a alguien que combata la enfermedad desde el principio y los ayude a complementar su propia respuesta del sistema inmunitario», dijo Henry durante un rueda de prensa el sábado.
El tratamiento ahora se está probando en China, dijo Henry, pero advirtió que tomará tiempo ver si tiene éxito.
«Todavía no ha tenido mucho éxito, y es algo complicado porque lleva algún tiempo acumular anticuerpos en la sangre y luego tiene que purificarse», dijo Henry.
Murthy dijo que el gobierno canadiense y otras instituciones están trabajando en un proceso para solicitar donaciones de plasma, al tiempo que incorporan requisitos de seguridad.
Mientras tanto, dijo que hay una necesidad de precaución.
«La gente está tuiteando sobre» Necesito plasma de un sobreviviente para ayudar a mi abuelo a sobrevivir esta infección «», dijo el Dr. Murthy. «Esa búsqueda de una cura milagrosa es obviamente razonable, pero creo que debemos ser progresivos en nuestro tipo de enfoque».
El plasma convaleciente también se está estudiando en los Estados Unidos. En Nueva York, la Facultad de Medicina Icahn en Mount Sinai recientemente realizó una llamada para examinar posibles donantes de sangre voluntarios entre los pacientes recuperados de COVID-19.
Los comercios reabrían el lunes en la ciudad china que fue el epicentro del brote de coronavirus, aunque todavía escaseaban los clientes. Las autoridades han empezado a levantar las restricciones impuestas contra el virus, las cuales mantuvieron a decenas de millones de personas en sus casas durante dos meses.
“Estoy tan emocionada que quiero llorar”, dijo una mujer en el centro comercial peatonal de Chuhe Hanjie. La mujer, que solo se identificó por el nombre en inglés Kat, dijo ser maestra en la ciudad oriental de Nanjing. Estaba visitando a su familia en Wuhan cuando el gobierno aisló la ciudad a finales de enero para frenar la propagación del virus.
Entre el 70% y el 80% de las tiendas abrieron el lunes, aunque muchas impusieron límites al número de personas que podían aceptar al mismo tiempo. Los tenderos colocaron dispensadores de desinfectante de manos y comprobaban la temperatura corporal de los clientes para descartar que tuvieran fiebre.
El servicio de autobús y metro de Wuhan se reanudó, suavizando unas normas que cortaron el acceso a la ciudad de 11 millones de personas el 23 de enero. La estación de tren reabrió el sábado, llevando a miles de personas al núcleo de manufactura y transportes de la China central.
“Tras dos meses atrapada en casa, quiero saltar”, dijo Kat, dando saltos de emoción. “Quiero hacer compras de venganza”.
Las autoridades locales recibirán de buen grado ese sentimiento, dado que han recibido instrucciones de reavivar la manufactura, el comercio minorista y otros sectores, al tiempo que evitan un repunte de las infecciones conforme la gente vuelva a trabajar.
Los controles a los desplazamientos en la provincia de Hubei, donde se encuentra Wuhan, se levantaron el 23 de marzo. Las últimas restricciones que impiden a la gente abandonar Wuhan expiran el 8 de abril.
Para el domingo a medianoche, China había registrado 3.186 muertes por coronavirus, incluidas 2.547 en Wuhan, según la Comisión Nacional de Salud. El país tenía un total de 81.470 casos confirmados.
Según la Universidad Johns Hopkins, hay unos 738.000 personas infectadas en todo el mundo y 35.000 muertos.
En la mayoría de los pacientes, el virus causa síntomas leves o moderados como fiebre y tos, que duran unas pocas semanas. Pero otros, especialmente ancianos y personas con problemas médicos previos, pueden morir o sufrir complicaciones graves como neumonía.
Las automotrices y otras fabricantes en Wuhan han reabierto, pero dijeron que necesitaban reanudar el flujo de componentes antes de que la producción volviera a la normalidad. Algunos esperaban el regreso de empleados que fueron a sus localidades natales por el feriado del Año Nuevo Lunar y se quedaron varados cuando se interrumpieron los servicios de avión, tren y autobús a Hubei.
El lunes se veían algunos padres con sus hijos en la calle, aunque aún había poco tráfico.
La propietaria de una tienda de dulces en el centro comercial de Chuhe Hanjie dijo que cuatro empleados habían vuelto a sus puestos, aunque no estaba segura de si los demás querrían regresar.
“Solo hemos preparado algo de mercancía, porque la mayoría de la gente sigue teniendo miedo del virus”, explicó la propietaria, Li Zhen.
Un cartel colocado en la entrada del centro comercial pedía a los clientes que llevaran mascarillas, cooperasen con las comprobaciones de temperatura y mostraran un código en una aplicación de su smartphone que monitorea la salud y los desplazamientos de los usuarios. Cerca se veía otro cartel con el mensaje “Wuhan está regresando. Gracias”.
Dos mujeres con ropa de protección que las identificaba como personal médico se vieron rodeadas por peatones que ondeaban banderas chinas como gesto de gratitud. Li les dio bolsas de dulces.
“Puede que tengamos que esperar un poco para ver cuándo pueden volver las cosas a la normalidad”, dijo Li.
El primer ministro Justin Trudeau y su esposa, Sophie Gregoire Trudeau
Después de dos semanas de cuarentena, Sophie Gregoire Trudeau ,afirmo en las redes sociales, que los médicos le confirmaron que se encontraba libre del virus.
Gregoire Trudeau anunció en las redes sociales el sábado que su médico y Ottawa Public Health le dieron que ya estaba libre del virus y que había superado la enfermedad.
“Desde el fondo de mi corazón, quiero agradecer a todos los que me contactaron con sus buenos deseos. Y a todos los que están sufriendo en este momento, les envío todo mi amor”, escribió en una publicación de Facebook.
El 12 de marzo, el primer ministro Justin Trudeau entró en autoaislamiento en Rideau Cottage después de que su esposa dio positivo después de un viaje al Reino Unido.
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Si bien ese período de dos semanas ha terminado y Trudeau no ha informado que experimente ningún síntoma de COVID-19, el primer ministro dijo la semana pasada que continuará trabajando desde casa siguiendo el consejo de los médicos. Sus tres hijos permanecen saludables, dijo Trudeau.
En un mensaje publicado en Instagram el sábado, Gregoire Trudeau pidió a los canadienses que se ayuden mutuamente durante estos tiempos difíciles y que sigan la guía de los funcionarios de salud pública.
“Obviamente es difícil porque algunas personas están perdiendo sus empleos, algunas personas sufren de forma aislada y sola. Y debemos aprender que todos estamos interconectados, que todos estamos juntos en esto”, dijo.
«Seamos aliados. Sigamos siendo atentos y ayudando a los más vulnerables, porque sabemos con certeza que cuando pasemos por esto, seremos más fuertes porque nos hemos apoyado mutuamente «.
Hasta el sábado, más de 5.600 personas en Canadá han sido infectadas
En los encierros impuestos por el coronavirus hemos aprendido que el mundo no tiene volumen: confinados, solo sabemos lo que nos dicen otros. Pero también hemos entendido que dependemos de los demás, que el destino no es individual sino común.
Era cierto: el mundo, al fin y al cabo, es plano. Ahora, tras tanta desmentida, lo sabemos. No tiene volumen, no se puede tocar, está todo en pantallas: televisores, computadoras, telefonitos varios. Nos dicen que es 3D porque solo tiene dos dimensiones. Este mundo plano es un relato permanente, historias que nos cuentan sobre nuestra historia. Ahora somos eso, somos esos.
Encerrados, solo sabemos lo que nos dicen otros. Dependemos de las redes y los medios. Nuestro barrio se ha transformado en un país lejano, que solo conocemos a través de ellos, nuestros corresponsales extranjeros. Es cierto que suele sucedernos, pero, en general, mantenemos un pequeño porcentaje de experiencia propia, de mirada de primera mano; con el confinamiento lo perdimos. Y entonces nos queda esa caricatura del mundo que los medios ofrecen: lo que llama la atención, lo extra-ordinario. Eso es lo que miramos ahorita.
Nos dedicamos a recibir “información”: todo es drama, todo susto puro, todo virus. Veo en Twitter a “Tres clientas peleándose por un paquete de papel higiénico en un supermercado de Sídney” y casi extraño los tiempos primitivos en que jamás me habría enterado de que eso sucedió. El mundo plano es raro y duro, despojado del tedio confortable que llena nuestras vidas. “Las vidas están hechas de banalidad como los cuerpos están hechos de agua”, escribió un autor casi contemporáneo. Ahora todo lo espantoso se concentra en las pantallas —que nos cuentan un mundo muy distinto del que veíamos cuando también lo mirábamos con nuestros ojos propios—. Y nos aterra o nos deprime más, como si fuera necesario.
Un mundo asustado
El mundo plano es un lugar totalitario, totalizado, copado por un todo. Vivimos vidas provisorias definidas por el virus: hablamos del virus y pensamos en el virus y los medios nos hablan del virus y el virus marca todo lo que hacemos: somos para el virus, por el virus. Es tan difícil hablar de cualquier otra cosa en estos días. También por eso el mundo se ha hecho plano. Y el miedo nos percute.
Con el miedo, el cuerpo volvió al centro de la escena: hacemos todo esto porque nuestros cuerpos peligran y debemos protegerlos. La Naturaleza ya no es nuestra víctima; es nuestra amenaza. El enemigo es físico —y nos hace físicos a todos—: el virus nos devuelve a nuestra condición de puros cuerpos.
Se nos acabaron los relatos que ofrecen excusas y coartadas: encerramos nuestros cuerpos porque tememos por ellos. Lo que sea para salvarnos, para sobrevivir. Hemos vuelto a ser lo que fuimos hace muchos milenios, lo que somos en los momentos más extremos: unidades mínimas de supervivencia, individuos intentando subsistir. Te ponen frente a la inmediatez de la muerte y pierdes las formas. Vives simulando que eso está muy lejos; ahora no se puede. La vida está en otra parte; la muerte, aquí muy cerca.
Entonces nuestros cuerpos tienen que estar guardados protegidos escapados del espacio común, lo más lejos posible de cualquier otro cuerpo. Cada cuerpo debe defenderse de todos los demás. Cada uno por su propio bien, amenazado por los otros. Poncio Pilatos se lavó las manos para decir que él no quería tener nada que ver con esa historia; nosotros tenemos que lavárnoslas, nos dicen, repetida, frenéticamente, para pelarnos de cualquier relación con el mundo exterior. El rechazo del mundo —lo exterior como amenaza, una de las grandes tendencias de nuestro tiempo— ha encontrado su apogeo absoluto en el peligro del famoso virus. Y el enemigo está en todas partes y no se ve y uno mismo puede ser su refugio, su plataforma, su cabeza de puente. Nos piden desconfiar de todos y, sobre todo, de nosotros mismos.
Es raro vivir tan entregados al miedo. Es casi un alivio: eso es lo que hay, la amenaza está clara, todo el resto queda silenciado, solo hay que ocuparse de sobrevivir, seguir viviendo, seguir vivos, un objetivo simple. O eso nos dicen, nos decimos.
Un mundo frágil
El mundo plano es frágil. Creíamos que este mundo hipertécnico que vamos inventando en los países ricos era invulnerable, pero un bichito mínimo lo puso en jaque casi mate. Es raro ver, en estos días, cómo se desmorona todo lo que pensábamos tan sólido: industrias, bancos, poderosos varios, nuestras vidas. Aunque eso, gracias a dios, no nos impide buscar respuestas en la técnica, la ciencia: seguir confiando en ellas. Ante la amenaza nos entregamos a la ciencia, que nos dice que no puede hacer gran cosa; más que nada fijarnos reglas de conducta. Sobre todo cuando sus recursos están limitados por decisiones políticas, que recortaron la extensión y eficacia de los sistemas de salud.
Otra guasa del virus es que nos obliga a confiar un poco en gobiernos en los que nunca confiamos. Hacemos —más o menos— lo que nos dicen, pero declaramos héroes a los portadores de la ciencia porque se arriesgan a aplicarla en condiciones complicadas. Necesitamos héroes. “Tristes las tierras que no tienen héroes”, le decían a Galileo Galilei en la obra de Bertolt Brecht. “Tristes las tierras que necesitan héroes”, contestaba.
Pero al menos no nos entregamos al pensamiento mágico. El mundo plano es curiosamente agnóstico. Si algo ha mostrado esta epidemia es el derrumbe del poder religioso: unas décadas atrás un miedo como este habría sido ocasión de innumerables misas, rogativas, procesiones para implorar a algún dios que nos salvara. Ahora no solo no las hay; las iglesias de Roma se cerraron.
Y nos dicen que vivimos en guerra: la metáfora de la guerra está por todos lados. Si lo fuera, sería la ¿primera? guerra igualitaria: en su frente hay por lo menos tantas mujeres como hombres. Pero no lo es: en una guerra hay dos grupos que se creen con derechos y pelean por imponerlos; en esta solo hay, como en cualquier caricatura americana, buenos y malos, nosotros y los virus. Y en las guerras actuales no se puede estar a salvo en ningún lado, cualquier sitio puede ser bombardeado, la muerte está por todas partes, todos los momentos. Aquí, en cambio, te convencen de que en tu casa estás seguro, o casi: de que alcanza con no salir, con no mezclarte. Es, también, un privilegio de clase: muchos trabajadores no pueden permitírselo, necesitan ir a sus empleos. Esa es, si acaso, la guerra verdadera.
Un mundo desigual
El mundo plano es, como el otro, desigual, injusto. Nos dicen que el virus nos iguala, que ha demostrado que todos somos iguales ante él, que todos tenemos que encerrarnos. Es verdad, pero es tan obvio que es distinto encerrarse con cinco más en dos cuartos escuetos oscuritos que tener una pieza para cada uno, su salón, su salón de la tele, su cocina supersport y, quién sabe, su jardín privado.
(El encierro nos pone en una situación tan desacostumbrada. Y los amigos y los medios se alarman y nos consuelan y protegen ante esta amenaza pavorosa: el tiempo libre. Lo sabíamos, pero estos días confirman brutalmente que la condición de nuestras vidas familiares, de nuestras vidas propias es que sean escasas, que haya muchas excusas para ejercerlas poco. Son días de estar desnudo; en muchos aspectos muy desnudo).
Y nos dicen que el virus ataca a todos por igual. Es cierto que, por ahora, ha atacado a los nuestros. Pero también es cierto que en los países ricos los de siempre, si se enferman, tienen pruebas inmediatas, cuidados especiales; los demás, apenas. Es feo decirlo ahora, en medio de dolores, pero esta vida amenazada es la normalidad de tantos sitios. Este tsunami de dolor y muerte es la normalidad de tantos sitios. Solo que, precisamente porque es normal, en ellos todo el resto sigue su camino. Solo que, en general, esos sitios están lejos de los nuestros.
El COVID-19 todavía es una enfermedad un poco igualitaria, que no se encarniza, como casi todas las demás, con los más pobres; no como la tuberculosis, la malaria, el sida, el hambre. No lo hace porque no se extendió en países pobres; cuando lo haga, pronto, puede ser terrible. Y sigue siendo igualitaria, por ahora, porque no se han descubierto vacunas y remedios; cuando suceda se marcarán las diferencias entre los que pueden y no pueden acceder a ellos —y todo volverá a su triste cauce
Mientras tanto, el mundo plano se vuelve nacionalista, paranoico —que son casi sinónimos—. Décadas de intentos europeos de abrir fronteras, disolver diferencias, se deshicieron ante la amenaza: lo primero que hicieron sus Estados fue cerrarlas. El Estado-nación volvió a ser, sin mascarillas, la unidad básica: la tribu prevalece. La salud es nacional, la economía lo es, las medidas lo son, la posibilidad de definir destinos. La unidad de respuesta, la unidad de conteo: cuántos en Italia, qué decide Alemania. Algunos lo hacen más brutal que otros, cuando dejan, por ejemplo, de vender material sanitario a otros países con los cuales, un mes atrás, no tenían fronteras comerciales. La ficción de que los bienes son comunes se derrumba ante el retorno de las banderitas. El desafío es global; las respuestas, locales.
Aunque está claro que sería mucho más eficaz y salvaría muchas más vidas montar operaciones conjuntas, supranacionales y compartir lo que cada cual tiene —medicinas, personal, aparatos— con los que más lo necesitan en la confianza de que otros se lo van a compartir cuando lo necesiten. Pero no: las patrias.
Un mundo quieto
El mundo plano está muy quieto: aterra por lo quieto. La mejor novela argentina —¿la mejor novela argentina? del siglo XX, Zama, de Antonio Di Benedetto, está dedicada “a las víctimas de la espera”. Él no sabía, entonces, que nos la estaba dedicando a todos.
Es lo que somos, ahora: víctimas de la espera, millones que esperamos. Nos han dicho que esperemos: que nos encerremos y esperemos. Uno de los rasgos más curiosos de estos días es que hemos suspendido el futuro. No está mal: puro presente extraño. Intentamos vestirlo con todo tipo de otras cosas, alivianarlo con todas esas cosas, pero lo que hacemos, sin duda, es esperar. Lo raro es que no sabemos qué: el fin de esto, pero después quién sabe.
Algunos insisten en la metáfora del paréntesis: suponen o quieren suponer que cuando termine la epidemia, cuando dejemos de esperar, las cosas volverán lentamente a “ser como antes”. Que era un paréntesis: había un relato que estábamos contándonos, se interrumpió, lo retomamos. Creo que subestiman la fuerza de estas semanas, estos meses. Subestiman la potencia transformadora de haber palpado la fragilidad de todo, de haber vivido la detención de todo este sistema que suelen llamar capitalismo global. Y de haber visto, por supuesto, su incapacidad para lograr algo tan relativamente simple como salvar a unos miles de ciudadanos enfermados: el fracaso de sus elecciones.
No sé qué producirá, pero, en medio del tedio, vale la pena preguntárselo, pensarlo: ¿cómo será el mundo cuando vuelva a ser redondo, cuando podamos tocarlo, cuando dejemos de pensar todo el tiempo en lavarnos las manos?
Un mundo en crisis
Hablan de paréntesis para no tener que aceptar lo obvio: que al final de la pandemia el mundo será otro. Es probable que haya, en el principio, una crisis social y económica brutal: millones y millones de personas sin ingresos, sin trabajos quizá, sin muchas esperanzas. Los Estados ricos ya tratan de contenerla con subsidios. En algunos, incluso, puede ser la ocasión para lanzar la famosa renta universal, esa manera de redistribución ante los cambios que esperábamos más graduales, más debidos a la mecanización y digitalización de nuestras producciones.
Pero los países más pobres no tendrán esas opciones. En América Latina la mitad de los trabajadores son “informales”: no tienen salarios fijos, no tienen garantías, viven de lo que pueden arañar con sus faenas de ocasión. Que ya dejaron de funcionar con las cuarentenas y tardarán mucho en retomar: millones y millones sin ingresos, con sus necesidades, hambre y furia. Si esto sigue así, sería raro que no hubiera estallidos, y nadie sabe adónde llevarán.
Cuando llegue la calma —si llega la calma—, habrá consecuencias de más largo plazo. La crisis ha realzado el papel de los Estados: mostrado cómo, pese a todo, hay momentos en que el Estado se vuelve indispensable. Y cómo estos Estados han sido socavados por ciertos partidos y ciertas ideas: el deterioro de la salud pública en los países ricos que la tuvieron mejor es un ejemplo claro. Es notable la cantidad de veces que Pedro Sánchez, jefe de gobierno español, jefe de un partido centrista, repitió, para sostener la pelea contra el virus, la fórmula “estado de bienestar”, que su partido, últimamente, proclamaba tan poco. Aunque siga sin mostrarse muy dispuesto a establecer una de sus bases: los impuestos progresivos necesarios para que los más ricos paguen proporcionalmente por ese bienestar.
El Estado tiene, como todo, muchas versiones: el peligro es que su necesidad en esta crisis lleve a muchos a pensar que debe ser más y más fuerte. Yuval Noah Harari teme que, al grito de la salud es lo primero, el susto nos lleve a permitir a nuestros gobiernos unos niveles de control nunca antes vistos.
Para compensar, quizás estos días en que vivimos con tanto menos nos convenzan de que podemos vivir con tanto menos: que la locura de la producción y el consumo siempre mayores, la fábula del crecimiento, nos desastra. Aunque habrá que ver, por supuesto, qué queda cuando el susto pase.
¿Un mundo aterrado?
En este mundo plano hemos aprendido lo que ya sabíamos: que todos dependemos de todos los demás. Los momentos fuertes de la historia son aquellos en que el destino no es individual sino común. O, mejor: esos momentos en que no hay forma de negar que el destino no es individual sino común.
Y que por eso habría que cuidar a los que nunca cuidamos. Hace 2500 años pasó algo que después llamaron “revolución hoplítica”. Ciertos griegos cambiaron las formas de la guerra: en esos nuevos pelotones formados en cuadrados, donde todos sostenían su escudo codo a codo, la defección de cualquiera mataba a todo el resto. Allí, por fin, cada hombre valía lo mismo que el de al lado; de esa conciencia, cuentan, nació la democracia. Ahora, en la lotería del contagio, también pasa: cualquier infectado puede joder a tantos, cada hombre vale lo mismo que otro. Parece obvio; es una idea que nuestros tiempos se empeñan en negar.
Ahora lo vemos. Quizá se hable, alguna vez, de la “revolución virósica”. En todo caso, cosas pasarán. Y será, como dicen, para alquilar balcones si no fuera, más bien, para salir a las calles.
Pero habrá también un efecto casi inevitable, una certeza: si nos pasó una vez puede pasarnos otra. Una pandemia así ya se ha vuelto posible: será parte de nuestros peores miedos. Sería tristísimo que influyera en nuestras vidas como influyó, por ejemplo, el 11 de septiembre: como otro modo de instalar el terror, la paranoia, los controles. Aunque no alcanzaría con temer solo a los virus espontáneos, a los diversos pangolines. Se pensaría, también, en los virus de laboratorio. El fantasma de la guerra o el terrorismo bacteriológico estará, sospecho, muy presente en el mundo que viene. Será, imagino, una epidemia horrible.