La capital rusa se encuentra en estado de máxima alerta tras un nuevo ataque que subraya la vulnerabilidad de la seguridad interna en el corazón del país. Dos agentes de policía perdieron la vida este miércoles tras la detonación de un artefacto explosivo en una zona cercana al sitio donde, recientemente, fue asesinado un general de alto rango del ejército ruso.
Un ataque con mensaje simbólico
La explosión, que ocurrió en las primeras horas de la mañana, parece haber sido meticulosamente planeada. Según fuentes locales, la bomba fue activada al paso de una patrulla policial que realizaba labores de vigilancia en el perímetro. Lo que más preocupa a las autoridades del Kremlin es la ubicación: el ataque ocurrió a escasos metros del lugar del magnicidio de un general ruso, lo que sugiere que los perpetradores buscan demostrar su capacidad de operar repetidamente en áreas teóricamente blindadas.
Conexiones y repercusiones
Aunque ningún grupo ha reivindicado oficialmente la autoría, las agencias de inteligencia rusas han iniciado una operación de búsqueda a gran escala. Este incidente incrementa la sensación de inseguridad en Moscú, en un momento en que la administración central intenta proyectar una imagen de control total. El eco de este atentado se suma a la ya compleja red de tensiones geopolíticas y conflictos internos que rodean a la élite militar rusa.
Mientras tanto, a nivel internacional, el suceso es visto como una señal de la creciente actividad de células insurgentes o grupos de resistencia que han trasladado el conflicto directamente a las calles de la capital. La zona permanece acordonada por unidades antiterroristas, mientras el gobierno ha prometido una «respuesta contundente» ante lo que califican como un acto de terrorismo directo contra el Estado.
