El camaleón David Bowie, como se apodó él mismo, habría cumplido este sábado 75 años si no fuera porque un cáncer de hígado, que mantuvo en secreto, acabó con su vida en 2016.
El músico que transitó por casi todos los estilos gozando de reconocimiento unánime de crítica y público nació en el sur de Londres el 8 de enero de 1947, fue bautizado como David Robert Jones, pero cuando cumplió 18 años cambió su nombre por el de David Bowie, aunque nunca quiso explayarse al respecto, se sabe que tomó el apellido de un personaje del western El Álamo, un temprano reconocimiento a la cultura estadounidense.
David Bowie cultivó muchos estilos musicales, jugó a la ambigüedad con su sexualidad, se apartó de la política y hasta se permitió rechazar en 2003 un título nobiliario ofrecido por la reina británica, algo que Mick Jagger o Elton John aceptaron muy honrados, pero que Bowie rehusó sin hacer de ello una declaración de principios.
El Rey del Glam, como también era conocido, todo lo que tocaba lo convertía en éxito, y de hecho una lista de sus canciones más populares daría para a hacer varias páginas. No porque supiera adaptarse a los gustos de las épocas, sino porque definió y marcó los gustos de generaciones enteras.
Bowie convivió con el punk, la música disco, el techno-pop y el neo-romanticismo, sin llegar a encasillarse en ninguno de esos estilos sino manteniendo siempre un aura de originalidad por encima de todos ellos.
El artista no solo será recordado por su música, pues su elegancia natural siempre lo hacía sobresalir.
Bowie no dudó en maquillarse la cara de colores, peinarse el pelo y teñírselo de todos los tonos, disfrazarse de marciano o arlequín, ponerse un parche en el ojo o enfundarse esas recargadas capas tan del estilo neorromántico.
Además de la música y la ropa, Bowie también hizo sus pinitos en el cine, y actuó en papeles principales desde fines de los 70’, aunque mayormente hizo papeles secundarios, algunos en películas tan exitosas como La última tentación de Cristo en 1988.
