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Autismo: entre mitos, política y ciencia. Lo que realmente sabemos sobre vacunas, analgésicos y genética

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Autismo: entre mitos, política y ciencia. Lo que realmente sabemos sobre vacunas, analgésicos y genética
Autismo: entre mitos, política y ciencia. Lo que realmente sabemos sobre vacunas, analgésicos y genética

El debate sobre las posibles causas del autismo volvió a encenderse esta semana tras la publicación de un informe impulsado por el presidente Donald Trump y el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr. El documento plantea, entre otras cosas, la hipótesis de que el consumo de paracetamol (Tylenol) durante el embarazo podría estar relacionado con un mayor riesgo de autismo.

Sin embargo, esta publicación no tardó en despertar críticas de la comunidad científica, que acusa al gobierno de reabrir viejas teorías desacreditadas y de usar un tema de gran sensibilidad con fines políticos.

La posición de la Casa Blanca

En conferencia de prensa, un portavoz de la Casa Blanca defendió el informe señalando que el gobierno “tiene la obligación de explorar todas las posibles causas del autismo, incluso aquellas que han sido minimizadas por la ciencia tradicional”. La administración Trump-Kennedy insiste en que la investigación sobre medicamentos comunes como el Tylenol debe profundizarse, pese a que los grandes estudios internacionales no han confirmado ningún vínculo causal directo.

Críticos aseguran que esta postura alimenta la confusión pública. Varios expertos en salud infantil han advertido que declaraciones de este tipo pueden provocar miedo entre las madres gestantes y erosionar la confianza en la medicina basada en evidencia.

El fantasma de las vacunas

El informe también reavivó, indirectamente, la teoría antivacunas, una narrativa que Trump y Kennedy han insinuado en el pasado. La ciencia es clara: no existe relación entre vacunas y autismo, como lo demuestran decenas de estudios realizados en poblaciones de millones de niños en todo el mundo. El propio origen de la teoría se remonta al estudio manipulado del británico Andrew Wakefield en 1998, que fue retirado y cuyo autor perdió su licencia médica.

Ciencia contra especulación

Investigadores de Harvard y de la Escuela de Medicina del Monte Sinaí revisaron 46 estudios sobre paracetamol y embarazo. Aunque encontraron correlaciones con el TDAH y el autismo, insistieron en que no prueban causalidad. Factores como la genética, las condiciones de salud de la madre o el ambiente podrían explicar esas diferencias.

Un estudio de 2024 en Suecia con 2,5 millones de niños mostró que la supuesta asociación desaparecía cuando se comparaban hermanos nacidos de la misma madre, lo que refuerza la hipótesis de que otros factores —y no el medicamento en sí— influyen más en el riesgo.

La verdadera complejidad del autismo

La comunidad científica recuerda que el autismo no responde a una sola causa. Se trata de un mosaico de factores genéticos y ambientales: desde mutaciones en cientos de genes, hasta el impacto del entorno, la contaminación, la edad de los padres o el nacimiento prematuro.

Helen Tager-Flusberg, psicóloga de la Universidad de Boston, lo resume así:

“El autismo es mucho más complejo de lo que jamás imaginamos. Reducirlo a un medicamento o a una vacuna es simplista y peligroso”.

Entre política y salud pública

El aumento de diagnósticos —1 de cada 31 niños en EE. UU.— se explica en gran parte por una mayor conciencia, la expansión de la definición clínica y el acceso a servicios. Pero al insistir en teorías polémicas, la Casa Blanca corre el riesgo de politizar la ciencia y sembrar dudas en la población.

El reto sigue siendo doble: combatir la desinformación y garantizar investigación seria y transparente, lejos de agendas políticas.

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