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365 días de una guerra sin visos de tregua

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365 días de una guerra sin visos de tregua
Un año de terror e incertidumbre han vivido los ucranianos en medio de la guerra. De parte y parte, las pérdidas son incalculables. Tensión por posible ataque nuclear.

A 365 días del primer estallido, los misiles siguen retumbando entre Rusia y Ucrania y son pocas las personas que se atreven a ponerle fecha de fin a una guerra que, con el pasar de los meses, se enreda entre promesas y duras posiciones.

Lo que en principio pareció una victoria inminente para Rusia se convirtió en la impresionante lucha de David contra Goliat, algo con lo que el Kremlin parecía no contar, y el surgimiento de una nueva clase de líder político militar, por el que el mundo jamás habría apostado, hasta ahora: Volodímir Zelensky.

Los países han anunciado sus apoyos, los señalamientos parecen duros, las posturas firmes, pero nada sucede, más allá de que por lado y lado ambas naciones resisten, a su manera.

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Ucrania, por su parte, ha recibido el impacto de casi 5 mil misiles en un año de guerra, según informó ayer Oleksii Hromov, jefe Adjunto del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas del país. “En general, desde el comienzo de la agresión armada rusa a gran escala, las fuerzas de ocupación rusas han lanzado casi 5.000 misiles y casi 3.500 ataques aéreos en el territorio de Ucrania”, dijo.

La escalada ha sumado para el país más de 8 mil civiles fallecidos (487 de ellos niños), según recogió el más reciente informe de la ONU, y al menos 120 mil soldados ucranianos caídos en combate. Además, 13.287 personas han resultado heridas desde el inicio de la invasión. Cabe aclarar que estas cifras pudieran estar muy lejos de la realidad, como el organismo mismo lo ha advertido.

Aunque casi la mitad de estos fallecimientos se produjeron en marzo de 2022, los civiles siguen siendo víctimas de los ataques rusos desde entonces, y se cuentan por cientos cada mes (200 en enero).

Otro duro precio a pagar por Ucrania en 12 meses ha sido demográfico: unas 14 millones de personas, aproximadamente un tercio de su población antes de la guerra, dejaron sus hogares: seis millones como desplazados internos y ocho millones como refugiados en el resto de Europa.

Polonia fue desde el inicio de la guerra el gran lugar de asilo para este éxodo ucraniano, y se mantiene como tal, con 1,5 millones de refugiados.

Otros países vecinos a Ucrania como Rumanía, Moldavia o Eslovaquia también acogen importantes comunidades (de unos 100.000 cada uno), pero a lo largo de 2022 buena parte de los refugiados ucranianos se asentaron más al oeste: Alemania acoge 889.000, República Checa 489.000, e Italia, España y Reino Unido 160.000 cada uno.

Otra gran herida abierta en el conflicto es la de los crímenes de guerra contra civiles atribuidos al Ejército ruso, que se cifran en más de 71 mil, ya sea en forma de ejecuciones en zonas que llegó a ocupar, o con ataques indiscriminados a objetivos no militares, desde edificios residenciales a escuelas, hospitales y otras infraestructuras.

Unas prácticas que parecen copiadas de conflictos pasados lanzados por Moscú, pues se asemejan mucho a los que se cree cometió Rusia en las dos guerras de Chechenia (1994-2000), o incluso antes, durante la intervención de la Unión Soviética en Afganistán (1979-1989).

Las investigaciones de la ONU documentan por ahora al menos 441 asesinatos de civiles por parte del Ejército ruso en Ucrania (entre ellos 72 mujeres y 28 niños), tanto en lugares de detención improvisados como en los domicilios de las víctimas, frente a sus portales o en controles de seguridad sobre el terreno.

Un lugar, la calle Yablunska de Bucha, en las afueras de Kiev, se ha convertido en amargo símbolo de las atrocidades rusas: allí, en marzo de 2022, según los informes de Naciones Unidas se asesinó a al menos a 54 hombres, 16 mujeres y tres niños, aunque éstos son los crímenes documentados y podrían haberse perpetrado muchos más.

Paralelamente, otro informe de la Misión Independiente de la ONU ha descrito terribles crímenes cometidos por los invasores rusos que van desde violencia sexual contra niños y ancianos hasta torturas a detenidos con métodos que incluyeron palizas, descargas eléctricas y desnudez forzada.

Por su parte, Rusia ha perdido cerca de 180 mil soldados en medio de la guerra, según cifras estimadas por diferentes organizaciones, que el país ha reducido a 5 mil, y un número indeterminado de heridos en ese frente.

Además, ha debido enfrentar las incontables sanciones económicas que se le han impuesto desde países como Japón, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Reino Unido, entre muchos otros, que buscaban asfixiar y aislar al país.

En medio de la zozobra, algunos organismos hablan de casi un millón de rusos que han abandonado el país, lo que se considera un éxodo a la escala de la migración que siguió a la Revolución bolchevique del año 1917, y al colapso de la Unión Soviética en 1991.

¿Un punto de no retorno?

Para el analista político internacional Adrian Mc Liman, “La decisión de Putin de invadir Ucrania abre una vía sin retorno. De ahí el peligro. Rusia no puede ceder”.

Según él, luego de instalado el conflicto en Europa, Zelensky tampoco está dispuesto a ceder y sus “padrinos” no tienen interés en parar las hostilidades. “China y Turquía tratarán de ofrecer sus oficios y no serán los únicos. China necesita a Rusia en el actual contexto geopolítico. Turquía, a los Estados Unidos. Pero ninguno de los dos tiene el valor moral para imponer una solución”.

De igual forma Marcelo Montes,  doctor en relaciones internacionales y analista de política exterior de la Federación Rusa, explica que “Hay tres triples responsabilidades. Por un lado, de Estados Unidos, al que no le conviene que Ucrania ceda o se rinda, ni siquiera que negocie porque eso implicaría un triunfo político para el Kremlin porque lo único que aceptaría Rusia es que Ucrania asuma la pérdida definitiva de Crimea o la pérdida del sudeste ucraniano. Por el otro lado está la Unión Europea que de alguna forma también se ha plegado a los intereses geopolíticos de EE. UU., en este caso no es que no haya querido sino que no ha podido intervenir diplomáticamente de una manera eficaz, y en el tercer caso, el ruso, sin duda que también se ha puesto en una posición demasiado dura y no piensa ceder los territorios recuperados; Rusia dice que está dispuesta a negociar, pero lo hace en una posición inaceptable para Ucrania…entonces la guerra sigue”.

En ese sentido, los analistas coinciden en que el panorama parece no más que oscurecer.

“Este conflicto amenaza, si se prolonga el tiempo y se endurecen las posiciones, con expandirse hacia otras regiones. Es decir, acá está en juego el papel de la OTAN pero también está en juego el papel de China que, si decide ayudar militarmente a Rusia, logra extender el conflicto  a Asia”, indica Montes.

De igual forma, los analistas advierten de la posibilidad de un escalamiento nuclear, especialmente después del último anuncio de Putin de congelar el pacto STAR III que controlaba el uso de armas nucleares entre Estados  Unidos y Rusia.

“No necesariamente es una Tercera Guerra Mundial ni una guerra nuclear, pero sí podemos ir paso a paso hacia eso. Es decir, Rusia podría usar armas nucleares tácticas, a lo que habría que ver cuál es la respuesta de la OTAN, porque ahí ya estaría en juego el territorio europeo, no solamente Ucrania”.

Por último, para Mc Liman un hecho relevante es que, gracias al uso que políticos y cibernautas malintencionados han hecho de las redes sociales, se ja instalado un ambiente de suspicacia y de odio tanto en Rusia como en Ucrania. “Sentimientos difícilmente superables, incluso si mañana se llega a firmar la paz o una tregua”.

“Hay que saber que en general el pueblo ruso no albergaba sentimientos antiucranios, ni el ucraniano, en su gran mayoría, tampoco. Pero para ambos resultará muy difícil curar las heridas de esta guerra que se han afianzado también desde el discurso. El mal está hecho. No hay vuelta atrás. Costará mucho superarlo”, explica el analista.

Zelenski, un nuevo perfil de líder

La transformación del presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha sido casi que tan repentina como el conflicto que se desató hace un año entre Rusia y Ucrania. El mundo pasó de ver un mandatario con traje y corbata, a un “soldado más”, como él mismo se describe, al frente del conflicto armado más importante de los últimos años.

Zelenski pasó de una actitud pasiva, casi que desestimando una posible amenaza rusa, a armarse con un fortalecido ejército a punta de colaboraciones internacionales, siempre bajo la bandera de no abandonar a los ciudadanos, a quienes con su serenidad, pero dura determinación, ha cobijado en medio del caos.

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