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Murieron con las botas puestas: la noche en que Toronto tocó el cielo del béisbol

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Murieron con las botas puestas: la noche en que Toronto tocó el cielo del béisbol
Murieron con las botas puestas: la noche en que Toronto tocó el cielo del béisbol

Toronto vivió una de esas noches que se graban en la memoria colectiva. El aire frío de octubre se mezclaba con el murmullo eléctrico de un país entero pendiente de un sueño: ver a los Blue Jays levantar una Serie Mundial después de más de tres décadas. No fue posible. Pero lo que sucedió en el diamante del Dodger Stadium fue más que una derrota. Fue una lección de coraje, de orgullo y de amor por el juego.

Desde la primera entrada, los Jays salieron a pelear sin complejos. Su pitcheo, firme y calculado, mantuvo a raya a los temidos bates angelinos, mientras la ofensiva canadiense aprovechaba cada oportunidad. El jonrón de Vladimir Guerrero Jr. en el quinto episodio encendió las ilusiones. En los dugouts, la tensión era visible; en las gradas, los aficionados con banderas rojas y blancas soñaban despiertos.

El noveno inning parecía la antesala de la historia. Toronto ganaba, los nervios se mezclaban con la euforia, y cada lanzamiento pesaba una tonelada. Pero el béisbol, ese deporte que siempre guarda espacio para el drama, tenía otro guion preparado. Miguel Rojas, con dos outs y un conteo adverso, conectó el batazo que empató el juego. En un segundo, la alegría se transformó en silencio.

El desenlace llegó en la entrada once. Will Smith cazó una recta alta y la mandó más allá del jardín izquierdo. 5-4. Fin de la batalla. Los Dodgers celebraban su bicampeonato, y Toronto, de rodillas en el diamante, entendía que el sueño se había escapado por centímetros.

Pero nadie bajó la cabeza. Cuando el último out cayó, los jugadores canadienses se abrazaron con lágrimas, sí, pero también con dignidad. Murieron con las botas puestas, luchando hasta el final, dejando una imagen que trasciende los números.

Toronto perdió un título, pero ganó algo más profundo: el respeto del mundo del béisbol. Esa noche, el equipo no se fue derrotado, sino consagrado. Porque hay derrotas que también escriben historia, y esta, sin duda, es una de ellas.


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