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En la imagen un registro de la presidenta de Chile,  Michelle Bachelet, quien debe anunciar en breve una nueva remodelación de su gabinete, para cumplir con los plazos legales que necesitarían los ministros que quieran postularse al Congreso en 2017. EFE/Archivo
En la imagen un registro de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, quien debe anunciar en breve una nueva remodelación de su gabinete, para cumplir con los plazos legales que necesitarían los ministros que quieran postularse al Congreso en 2017. EFE/Archivo

La Nueva Mayoría, la coalición de partidos que gobierna Chile desde marzo de 2014, corre el riesgo de resquebrajarse a raíz de las reiteradas rebeliones internas que han protagonizado sus parlamentarios en el último mes.

La última de ellas tuvo lugar este martes, cuando varios diputados de los partidos que integran la coalición se negaron a apoyar la iniciativa enviada por el Ejecutivo de Michelle Bachelet para desactivar el conflicto de los empleados públicos, en huelga desde hace dos semanas por demandas salariales.

Hace apenas cinco días, la primera versión de la propuesta de reajuste del sector público se topó con un muro parlamentario infranqueable. Ni un solo diputado oficialista ni de la oposición votó a favor.

Llama la atención que en un Parlamento en el que por primera vez desde el restablecimiento de la democracia la coalición de gobierno tiene una mayoría holgada para sacar adelante sus leyes, el Ejecutivo haya anotado tres rotundos fracasos en menos de un mes.

El primero de ellos fue una «ley exprés» con la que el Gobierno pretendía enmendar un gigantesco error en los domicilios de los votantes que figuraban en el padrón para las elecciones municipales del pasado 23 de octubre.

Posteriormente fue el proyecto de reajuste para el sector público, que los diputados rechazaron unánimemente en contra, por considerarlo insuficiente.

Cuando el Gobierno reenvió la propuesta con leves ajustes, algunos parlamentarios oficialistas -entre ellos todos los de la bancada comunista- volvieron a reiterar su negativa, que se sumó a la de los legisladores de la oposición, pese a que previo al envío de la propuesta al Legislativo, el Gobierno había alcanzado un acuerdo político con los partidos aliados.

Esta situación ha agravado la crisis por la que atraviesa la Nueva Mayoría, una coalición surgida para las elecciones legislativas y presidenciales de 2013 que nació de la Concertación de Partidos por la Democracia, la liga de centro izquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010.

La Nueva Mayoría, a la que se incorporaron los comunistas y algunos independientes de izquierda, surgió bajo el liderazgo indiscutible de Michelle Bachelet, quien gobernó entre 2006 y 2010 y renunció a su puesto directora de ONU Mujeres para hacerse cargo de la candidatura presidencial en 2013.

Pero en aquel entonces Bachelet gozaba de una popularidad que rozaba el 80 % y todos los partidos se plegaron a su programa político, cuajado de ambiciosos proyectos, como una reforma tributaria, un nuevo modelo educativo y una Constitución acorde con el sistema democrático.

El escenario de hoy es muy distinto. El apoyo ciudadano a las políticas del Gobierno ha caído abruptamente, la popularidad de la presidenta apenas supera el 20 % y la cohesión dentro de la Nueva Mayoría ha desaparecido.

Aunque a lo largo de la legislatura comunistas y democristianos -los dos extremos de la coalición- han protagonizado varios desencuentros por iniciativas como el proyecto de ley de aborto, ha sido en las últimas semanas cuando este distanciamiento se ha hecho más evidente.

Hasta tal extremo, que días atrás la presidenta de la Democracia Cristina, Carolina Goic, anunció oficialmente que su partido suspendía los contactos institucionales con el Gobierno por lo que consideraban una falta de coordinación política.

A esta postura se sumó el minoritario Partido Radical, disgustado por el apoyo explícito desde el palacio de La Moneda al exmandatario Ricardo Lagos, quien se disputa la candidatura presidencial del bloque con el senador independiente pero próximo a los radicales Alejandro Guillier.

Estos días, las críticas más afiladas a los ministros del área política del Gobierno provienen del propio oficialismo. El «fuego amigo» contra los titulares de Interior, Secretaría General de la Presidencia y Secretaría General de Gobierno no ha cesado.
Se les recrimina la falta de coordinación con los partidos que integran la Nueva Mayoría y que a los parlamentarios no se les informe adecuadamente de la agenda legislativa del Gobierno, salvo a la hora de pedirles que voten.

La Democracia Cristiana es la formación política que muestra un mayor distanciamiento. Durante la Presidencia del conservador Sebastián Piñera (2010-2014), la derecha más moderada quiso tentarla para que se desgajara de la Concertación.

El impulsor de aquella operación fallida fue el entonces senador y presidente de Renovación Nacional Carlos Larraín, un político que cuenta con una fuerte ascendencia en la derecha y que tras un retiro por motivos personales ahora aspira a postularse de nuevo como líder de RN.
En medio de este panorama, la presidenta Michelle Bachelet debe anunciar en breve una nueva remodelación de su gabinete, para cumplir con los plazos legales que deben observar los ministros que quieran postularse como diputado o senador a los comicios de noviembre de 2017.

La dimensión de este cambio de gabinete marcará la acción política del último año de su mandato presidencial.
Manuel Fuentes

Santiago de Chile, 9 nov (EFE).-

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